El miércoles 17 llegamos a Ulán Bator, capital de Mongolia, con -22ºC a las 6h30 de la mañana. Nos fueron a recoger a la estación los del Guest House porque es una manera de asegurar clientela. Por la mañana dimos una vuelta por la ciudad. Sin duda, esta puede calificarse como una de las capitales más feas del mundo. Es una ciudad gris, como a medio hacer, todo de hormigón, sin ningún encanto, con avenidas para que los coches compitan entre ellos a ver quién pasa primero; el cruce de calles es de lo más arriesgado, se pueden ver a familias con niños caminando entre los coches, mientras estos los esquivan.
Lo más representativo de la ciudad es la enorme plaza del parlamento que cuando llegamos estaba cercada por la policía porque había una ceremonia oficial con la banda musical engalanada con los trajes del ejército de Gengis Khan. El otro punto representativo es un monasterio budista con un templo que alberga un enorme buda de 20 metros de altura.
Una vez paseado por la ciudad y visitadas las pocas cosas que merecen la pena, enseguida aparece en la mente la de salir tan pronto sea posible de aquí porque está todo visto. En el paseo y en la siguiente búsqueda de un lugar dónde comer, el frío se apoderó de nuestros cuerpos, haciéndonos sentir enfermos. Y eso es lo que sucede cuando hace mucho frío, y más en un día claro y despejado que nada hace pensar que haya -15º, por ejemplo. Uno sale bien abrigado, siente el frío pero continúa con sus quehaceres. Poco a poco el frío va penetrando en tu interior y cuando te quieres dar cuenta sientes tus huesos helados y tienes calambres en brazos y piernas.
Rodri y yo nos pusimos de acuerdo en contratar una excursión de 3 días y 2 noches al llamado mini Gobi, una zona desértica más cercana que el auténtico Gobi, que se encuentra a varios días de camino y que en estas fechas no es posible visitarlo sin quedarte en el intento.
El jueves partimos con un conductor que no abría la boca y que en lugar de llevarnos en un todo terreno como habíamos supuesto, nos trasladó en su utilitario Hyundai. Esto en principio no tendría que ser un problema... en cualquier otro lugar del mundo, porque en Mongolia sólo hay una carretera asfaltada y lo demás son pistas de arena y piedra.
Dando tumbos fuimos avanzando hacia el suroeste, atravesando campos yermos unas veces de tierra y otras cubiertas por la nieve y el hielo. Diferentes cadenas de cerros iban apareciendo en el horizonte delimitando grandes planicies. Mongolia es un país fundamentalmente vacío, algunos escasos poblados, de tiendas y casas de ladrillos, vacas con aspecto de pequeños bisontes, ovejas con lana muy gruesa, algún pequeño rebaño de camellos (sí, de dos jorobas, que los otros son dromedarios) y algún águila parada al borde de la carretera. En un momento que salimos del coche a fotografiarnos con los camellos sentí que la temperatura era de lo más agradable, realmente no hacía ni frío ni calor y se lo comenté al conductor y me dijo que debía hacer unos 0ºC. ¡Por fin encontré el lugar donde 0ºC es ni frío ni calor!
Dando tumbos fuimos avanzando hacia el suroeste, atravesando campos yermos unas veces de tierra y otras cubiertas por la nieve y el hielo. Diferentes cadenas de cerros iban apareciendo en el horizonte delimitando grandes planicies. Mongolia es un país fundamentalmente vacío, algunos escasos poblados, de tiendas y casas de ladrillos, vacas con aspecto de pequeños bisontes, ovejas con lana muy gruesa, algún pequeño rebaño de camellos (sí, de dos jorobas, que los otros son dromedarios) y algún águila parada al borde de la carretera. En un momento que salimos del coche a fotografiarnos con los camellos sentí que la temperatura era de lo más agradable, realmente no hacía ni frío ni calor y se lo comenté al conductor y me dijo que debía hacer unos 0ºC. ¡Por fin encontré el lugar donde 0ºC es ni frío ni calor!
A las 16 horas llegamos a un poblado en el que teníamos nuestra tienda. Fin del primer día. El guía nos dijo que ese día ya estaba todo hecho, y eso que no habíamos hecho nada. Salimos a caminar subiendo una alta colina desde donde pudimos contemplar la gran planicie helada que nos rodeaba y los rebaños de ganado ovino que por allí pastaban, más que nada tierra. En lo alto del cerro había un monolito vestido con banderas de oración y junto a él una hilera de quijadas de vaca. Más adelante pudimos contemplar una tortuga de piedra marcando el camino. Rápidamente dimos la vuelta porque la cena estaba programada para las 18 horas. Cenamos bolas de pan con carne y vegetales.
A las 18h45 ya anocheciendo se había acabado el día para nosotros, por lo que decidimos salir a visitar el pueblo donde estábamos alojados. Cogimos la linterna y comenzamos a andar, pero por más que avanzábamos nunca llegamos a ningún lugar. Las calles no eran calles, no había iluminación, no había asfalto. Un río atravesaba la carretera. Las casas realmente están tan desperdigadas que no forman lo que nosotros conocemos como pueblo, es más bien un asentamiento en que cada casa da la espalda a todas sus vecinas.
A las 18h45 ya anocheciendo se había acabado el día para nosotros, por lo que decidimos salir a visitar el pueblo donde estábamos alojados. Cogimos la linterna y comenzamos a andar, pero por más que avanzábamos nunca llegamos a ningún lugar. Las calles no eran calles, no había iluminación, no había asfalto. Un río atravesaba la carretera. Las casas realmente están tan desperdigadas que no forman lo que nosotros conocemos como pueblo, es más bien un asentamiento en que cada casa da la espalda a todas sus vecinas.
Igual que habíamos ido, regresamos. El resto de lo que quedaba del día lo dediqué a escribir en el diario, escuchar música y leer. A pesar de hacer todo esto junto a la chimenea del centro de la tienda, cada vez iba quedándom más helado. Por la noche pasé un frío espantoso y eso que nos habían dado un saco bien gordo y además me había puesto un edredón por encima.
Al día siguiente, viernes vino el conductor a traernos el desayuno, agua caliente y leche caliente junto con bollos. Al salir de la tienda hacía un fuerte viento de arena que al poco se convirtió en una fuerte tormenta de nieve.
Visitamos un monasterio cercano, el más antiguo de Mongolia, envueltos en la furia de la tormenta. La cara y las manos se quedaban congelados al dirigirnos de un templo a otro.
Después continuamos y paramos en un lugar en el que había un estuatua de un pene y para salir de allí tuvimos que empujar el coche porque se quedaba atrapado por la nieve.
Envueltos en la ventisca, sin visibilidad apenas, avanzando por las pistas y dando botes una y otra vez llegamos al campamento del segundo día. Allí nos esperaba una sonriente señora que nos ofreció unos boles de fideos grandes con trozos de carne de caballo y alguna hortaliza. De beber había leche aguada. Después apareció un señor bajito y risueño, de piel muy curtida que con una navaja comió los restos de carne de los huesos del caballlo. Este señor iba a ser nuestro guía en la excursión a caballo por el mini Gobi.
Tuvimos la suerte que durante esta excursión paró la tormenta y pudimos hacerla sin mayor problemas, ataviados con las batas de guata típicas de los mongoles para evitar el frío y la intemperie. Estuvimos como dos horas y media de excursión llegando hasta las montañas cercanas y después visitando las dunas de este terreno árido cubierto por la nieve, el hielo y la tierra. El señor agradecía ser fotografiado y se ofrecía a hacernos fotos, no siempre sabiendo dónde estaba el objetivo y dónde el visor de la cámara. Como iba tatareando canciones del país en algún momento me arranqué yo mismo y le hice los coros, a lo que él respondía Thank you.
A la vuelta al campamento, dejamos los caballos y el señor desapereció. Nuestro guía nos ofreció acompañarle a visitar a un amigo en la carretera, por lo que montamos de nuevo en el coche y envueltos de nuevo en la ventisca llegamos a la carretera donde nos metimos en una furgoneta todo terreno ocupada por 4 turistas, la guía y el conductor. El nuestro sacó una botella de vodka y comenzó a repartirlo a gran velocidad. 15 minutos después dimos la vuelta y volvimos al campamento.
En el campamento el conductor seguía animado a beber vodka y nos ofrecía que bebiéramos sin descanso. Yo que ya he aprendido lo que es esta bebida no quise tomar más de un vasito y medio. Después nos pusimos a preparar la cena. Mientras la mujer de la tienda hacía tortas con harina, nosotros las rellenábamos con carne picada de caballo para hacer bolas.
Después Rodri y yo salimos a fotografiar la puesta de sol y a la vuelta para cenar el conductor ya estaba durmiendo la mona y ya no se levantó hasta la mañana siguiente.
Después de cenar tan equino manjar y ya anochecido era hora de irse a dormir, pero como yo no soy de acostarme fácil, me quedé escribiendo y leyendo y por fin me acosté a las 23 horas.
Pasé una noche espantosa y no por el frío, sino porque el haber estado montando a caballo me había producido un fuerte ataque de alergia con asma, y había olvidado llevar conmigo mis medicamentos.
A la mañana del sábado 20 desayunamos y sobre las 8h30 partimos de nuevo hacia Ulán Bator. En el camino, totalmente cubierto por la nieve en inmensos paisajes blancos hicimos una parada con otro amigo conductor.
Seguimos camino, almorzamos a las 11h30 y sobre las 14 horas nos dejó en nuestro alojamiento.
Seguimos camino, almorzamos a las 11h30 y sobre las 14 horas nos dejó en nuestro alojamiento.
Ya en el hostel entablé conversación con algunos otros viajeros: un francés que quiere visitar China en bici y llegar hasta el Himalaya, una pareja de Argentinos que ya encontré en el alojamiento de Irkutsk y un fotógrafo mallorquín que quiere hacer lo mismo que yo hasta Kathmandú. Va mañana a Pekín y ya tiene contratada a una agencia de viajes que le solucionará el permiso para el Tibet y el trayecto en 4x4 de 1.000 kilómetros que une Lhasa con Kathmandú subiendo al campo base del Everest, en un viaje de 8 días por el Tibet. Me ha ofrecido apuntarme con él para hacerlo juntos acompañados de otros dos españoles que contactó por internet. Veremos cómo evoluciona el tema, lo malo es el precio, 600€, bastante excesivo para mi presupuesto, pero lo cierto es que me soluciona de un plumazo la parte más compleja de mi viaje.
Mañana partimos para Pekín en el último tramo del ramal del transsiberiano llamado transmongoliano. En el tren vamos a coincidir todos los viajeros con los que hemos tenido contacto en los últimos tiempos.
Qué vida más dura la de los mongoles. Se tienen que chupar el vodka como un bibe.
ResponderEliminarQué tal el caballo? Estaba bien pasado?
Un saludo y suerte.
Si te dan carne de caballo en España, ni te acercas capullín.
ResponderEliminarYa sabía yo que el gore-tex y demás tejidos son un timo consumista para sacar el dinero de los desaprensivos, acabo de ver a los mongoles con una gabardina hasta los pies que tiene pinta de ser efectiva.
Un saludito Donbenitenese
Bueno, creo que ya he solucionado lo de los comentarios...
ResponderEliminarBueno, veo que te va bien, y que el mundo está lleno de viajeros dispuestos a compartir camino. Me alegro, porque mi hermana pequeña empieza dentro de un mes un viaje parecido al tuyo, pero en sentido contrario, va hacia el oeste. Quien sabe a lo mejor os encontrais...
Bueno, te veo ávido de encontrar cosas...disfruta simplemente el paisaje...deja atrás las prisas de nuestra civilización... vas a visitar paises donde los tiempos son distintos a los nuestros .... La verdad es que me das mucha envidia, menuda experiencia....
Bueno muchos besos.
Helena
VETE AL TIBET PERO YA, QUÉ ENVIDIA...GÁSTATE LOS 600 EUROS PERO YA.
ResponderEliminarSaluda de mi parte a Sagarmatha (en nepalí,la frente del cielo) también llamada en chino Chomolungma (madre del universo)
Saludines extremeñicos.
VIVA LOS CHINOS Y SU DEMOCRACIA Y LOS FIREWALL QUE IMPIDEN LA INFORMACIÓN SUBVERSIVA DE MI AMIGO.
ResponderEliminarSALUDINES CHINESCOS DESDE EXTREMADURA