Al final Rodri ha conseguido saltarse la prohibicion china mediante un navegador alternativo que le ha conseguido y enviado por correo electronico un amigo de Madrid. Asi que la carga del blog la he hecho desde su portatil.
El domingo dia 21 cogimos en Ulan Bator, a las 7h15 de la mannana el tren transmongoliano que habia partido de Moscu 5 dias antes. El siguiente destino era Pekin.
El tren atraviesa el desierto del Gobi, al principio totalmente cubierto de nieve y segun ibamos avanzando iba apareciendo la arena hasta casi desaperecer la nieve al entrar en China.
En el compartimento ademas de Rodri y yo, que ocupabamos las literas superiores, iban dos mujeres con sus pequennos hijitos camino de Moscu. Al verlos nos aterrorizamos porque unos ninnos encerrados pueden ser de lo mas desesperante. Finalmente no lo fue, eran unos ninnitos mongoles que no hacian mas que reir por la mas leve mueca que hicieramos, ademas dormian largas horas y casi ni hablaban. Eso si, se pasaban el dia cagando y meando (con perdon).
El trayecto de 30 horas transcurrio placido y aburrido. Placido porque pude leer, escribir en el blog y charlar con otros viajeros del tren como la pareja de medicos Nicolas y Maria, unos Argentinos que estaban haciendo el transmongoliano por partes y con los que ya habia coincidido en Irkustsk y en Ulan Bator, Uta una alemana que hablaba ingles mas rapido de lo que mis orejas podian discernir, y con Juan Carlos, el fotografo con el que espero poder marchar hacia el Tibet y Nepal. Tambien andaban por alli un grupo de amigos suecos muy sosos porque ni saludaban siquiera.
Para el tren habiamos comprado noodles, una comida muy arraigada entre los mongolos y los chinos y que es como un sobre de sopa y pasta que viene en un bote. Lo que se hace es echarle agua hirviendo y esperar 4 minutos. Como resulto que no teniamos cubiertos para comerlo, los pedimos, pero las camareras mongolas son mucho mas desagradables que las rusas y nos dijeron que nada de eso. Decidimos tomarlas prestadas, para lo cual nos fuimos al vagon restaurante y comimos unos platos muy frugales que ademas nos permitirian gastar la moneda mongola que se cuenta por miles y decenas de miles de Tugriks. Nos comimos una pequenna ensalada de zanahoria, pero solo pudimos hacernos con un tenedor. Cuando fuimos a preparar los noodles resulto que traian en su interior cubiertos de plastico.
La parada en la frontera entre Mongolia y China nos llevo en total casi 6 horas de tedio, calor y aburrimiento, la mitad del tiempo en el primer pais y el resto en China. Rellenamos todos los formularios y mientras, cambiaban de maquina y los funcionarios de frontera hacian sus tramites. En la frontera China nos permitieron bajar del tren rodeados de policias y solo podiamos estar en una sala de espera. Bueno, tambien podiamos salir a la calle, pero en las cercanias de la estacion no habia nada que hacer. Por cierto que ya la temperatura era de lo mas agradable, por encima de los cero grados.
Cuando el tren ya era completamente Chino, nos dieron unas invitaciones para comer gratis en el vagon restaurante. El desayuno, de 7 a 7h30, y el almuerzo, de 11 s 11h30. Obviamente, el almuerzo fue nuestro desayuno.
A las 14h20 del lunes llegamos a Pekin. Rodri y yo no teniamos ningun hostel reservado, pero en el tren habia mirado donde ir y habia uno muy cercano a la estacion. A la salida, mucha gente se nos avalanzo con fotos de dormitorios, pero hicimos caso omiso.
El cielo de Pekin era turbio por el polvo del desierto y la ropa enseguida quedaba impregnada. El apoyarse en cualquier sitio significaba ensuciarse irremediablemente.
El Youth Hostel que habia elegido resulto ser la seccion economica de un hotel mas o menos lujoso y la habitacion compartida mas barata salia por unos 17 euros, por lo que decidimos buscar otro. Elegimos uno que estaba junto a un estadio de los juegos olimpicos y decidimos ir caminando.
Tras dos horas y media de marcha supercargados con nuestros equipajes, llegamos al estadio y resulto que el alojamiento ya no existia. Decidimos ir a otro. Fuimos hacia el metro pero los chinos nos dijeron que para llegar al metro mas cercano lo mejor era coger un autobus.
Decidimos por ello coger un taxi y que nos llevara a la siguiente eleccion. El taxista no sabia muy bien donde ibamos y tardamos un monton en llegar a la zona que le habiamos dicho, pero en una calle vimos el simbolo de Youth Hostel Internacional y ahi que nos bajamos.
El sitio, encontrado finalmente al azar resulto ser de lo mas exotico, un hostel en una casa de uno de los barrio clasicos que queda en Pekin, con pasillos oscuros que comunican con otros edificios, escaleras voladas, lamparas de papel con dragones, estructura de piedra y madera, el mejor lugar del mundo para alguien deseoso de aventuras.
Despues de alojarnos en nuestro dormitorio compartido con una pareja de ingleses salimos a buscar donde cenar (casi no habiamos comido en dos dias) y encontramos que toda la zona es de callejones mugrientos, bicicletas destartaladas y centenares de tiendas de comida, bebida, baratijas, peluquerias, prostibulos, de moviles...
Acabamos comiendo en un restaurante vacio en el que al yo pedir una CocaCola se estuvieron riendo un buen rato por mi extranna pronunciacion. Finalmente la cosa habia acabado bastante bien despues de un dia de enorme cansancio en busca de un hotel.
Al dia siguiente decidimos ir a la ciudad prohibida. Afortunadamente el dia ya no era tan turbio como el anterior. Antes se pasa por la gigantesca plaza de Tiananmen, plagada de policias y a la que para acceder (por pasos subterraneos) hay que pasar los objetos por detectores.
La ciudad prohibida, el palacio del emperador de China es un lugar enorme repleto de grandes explanadas, decenas de edificios y jardines en su parte norte. Todos los elementos tienen nombres llenos de epitetos como Palacio sur de la meditacion placida (este no existe, pero es por no buscarlo ahora). Su visita consume un buen numero de horas y estabamos rodeados por gran cantidad de turistas, la inmensa mayoria chinos. Para muchos chinos los occidentales somos de los mas exoticos y muchos nos saludaban, se nos quedaban mirando y nos pedian fotografiarse con nosotros.
Al salir de la ciudad prohibida se nos acerco una chica que hablaba perfectamente espannol y que lo habia empezado a estudiar un anno y medio antes por su cuenta (vaya envidia, yo toda la vida estudiando ingles y no me entero de nada).
Despues Rodri y yo marchamos a una calle comercial y en la que se venden alimentos tan ricos como escorpiones vivos, serpiente, cucarachones, caballitos y estrellas de mar.
En este lugar cada pocos pasos se nos acercaban chicas, a cada cual mas fea, preguntandonos de donde eramos, si era la primera vez que veniamos a China, cuanto tiempo ibamos a quedarnos, etc. Finalmente querian que nos fueramos a tomar un cafe. Cuando les convenciamos de que no pensabamos tomar nada con ellas se marchaban enfadadas. Resulta este un timo habitual en Pekin en el que te vas a tomar un cafe y al final te sale por un pico.
Como hemos ido descubriendo, con los chinos hay que tener mucho cuidado ya que a la minima que te descuidas, te engannan.
Despues viendo tiendas de ropa deportiva, de fotografia y de electronica pude comprobar que los precios sen Pekín son como en Europa, no existe la ganga por ningun lado.
Por la noche, Rodri y yo caminamos por los Hatong, las callejuelas estrechas del barrio donde estamos alojados, y que es lo ultimo que queda de los barrios populares tradicionales de Pekin, lugares que darian miedo si no supieramos que este es un lugar muy seguro. Aqui no te roban, solo te timan.
Acabamos cenando en un restaurante elegido al azar en el que uno de los platos se podia comer y el otro picaba por donde lo cogieras. Y eso que en la carta ponia solo que era pollo frito.
QUÉ BONITO, TODO.
ResponderEliminarQué timadores los chinitos, este año año le doy clase a dos chinas, tranquilo que me voy a vengar Juanjo!!!
Saludos.