domingo, 17 de octubre de 2010

EXCURSIÓN CON MR. PHÚC POR LAS TIERRAS ALTAS DEL CENTRO DE VIETNAM

Mi siguiente destino en Vietnam serían las tierras altas del centro-sur del país, en las provincias de Dak Lak y Dak Nong, una zona donde no suelen acudir los turistas que visitan el país con poco tiempo. Sin embargo el lugar resulta interesante pues en él viven varias minorías étnicas, el clima es suave por estar a más de mil metros de altura y donde hay parques naturales habitados por manadas de elefantes, leopardos, tigres de indochina (como los de bengala pero algo más chiquitines) y donde en las últimas décadas se han descubierto algunos tipos de nuevos mamíferos. Claro, todos estos animalitos no los ve el turista, ni casi el zoólogo, pues viven en el interior de las selvas cercanas a la frontera con Camboya.

El miércoles 13 de octubre cogí un autobús camino de Dalat, la ciudad de la eterna primavera, situada a 1475 metros sobre el nivel del mar. En el autobus sólo iba otro extranjero, un francés jubilado acompañado por una atractiva mujer vietnamita.
En la parada que hizo el bus en su camino estuve hablando un rato con él y como suele venir habitualmente a Vietnam, me dio alguna información sobre qué hacer por el lugar y me explicó que podría extender mi visado de Vietnam fácilmente, bastaría con pagar la tarifa.
Sin yo pedirle explicaciones, of course, y sin haber pensado en el tema, me contó de repente porqué estaba con la vietnamita, se ve que tenía remordimiento de conciencia o algo así. Me dijo que estaba un día sentado en una terraza en Saigón y la mujer se le acercó y se pusieron a hablar. Ella le preguntó que qué tenía pensado hacer. Él le dijo que quería dirigirse a Dalat y ella le preguntó si podría ir con él. Así sin más.
Como no sabía que decirle al respecto le comenté que yo no tenía tanta suerte con las chicas y él me respondió con seriedad: no, no, es fácil.
Y es que en Saigón se pueden ver muchas parejas mixtas donde el occidental siempre es el varón, algunas veces joven, pero casi siempre mayor. También se pueden ver parejas con niños pequeños y el padre suele ser un señor jubilado o retirado. Por lo que vi, en la ciudad viven bastantes extranjeros y buena parte de ellos son norteamericanos y franceses, pero también hay ingleses y australianos (esta estadística puede estar equivocada si es que coincidió que sólo vi a este tipo de gente).

Llegué a Dalat, tierra de vinos, sobre las 16h45. En la parada había varios Easy Riders captando clientes y yo fui captado. Estos son motoristas asociados (y con página web y todo), que son honestos, saben inglés y conocen muy bien la geografía y la historia de las tierras altas, por lo que según la guía, son muy recomendables para hacer un tour por la zona. Eso sí, los tíos no son baratos.
Mr. Phúc que así se llamaba, me llevó a un hotel y allí esperó a que me acomodara para enseñarme las posibles rutas a seguir. Yo había visto que en la zona estaba el mayor parque natural de Vietnam, Yok Don, y quería visitarlo, así que él rápidamente me trazó una ruta para tres días y dos noches. Él me insistía, y me insistiría muchas veces, para que hiciera una ruta mucho más larga, de hasta una semana, argumentando que normalmente la gente sólo piensa en hacer un par de días pero finalmente hace muchos más. Yo le argumenté, y argumentaría en numerosas ocasiones, que no era por falta de ganas, era por falta de money.
Una vez llegado a un acuerdo, Mr. Phúc sacó un papel usado y por el lado no ocupado escribió rapidamente un acuerdo comercial en el que se comprometía a su parte del trato, siempre que le pagara el adelanto convenido. El acuerdo lo rubricó con una firma.
Después me llevó hasta el centro del pueblo y allí corrí a almorzar-cenar, que tenía un hambre que paqué.
En el restaurante, uno muy fino que me entró por los ojos, pedí vino por primera vez desde que comencé el viaje. No fue tinto, sino blanco, pues había elegido pescado. Dalat es la región productora de vinos de Vietnam y las dos copas que me bebí me supieron a glory, pero mejor hubiera sido si hubiese estado a 6ºC y no a 17.
Con la noche encima me fui a recorrer un poco la población, bastante animadilla y bonita, pues este era el lugar donde los franceses venían a tomar el fresco cuando tenían a la Indochina bajo su "protección". El lugar tiene su encanto: está edificado sobre una amplia colina, las casas son de estilo francés y hasta tiene una antena de comunicaciones con la forma de la torre Eiffel, pero claro, no le llega ni al tobillo. Dalat es un destino clásico para las lunas de miel de los vietnamitas y también es el centro de excursiones de toda la región. Por ello, yo esperaba poder encontrar unos zapatos de trekking para sustituir a los míos desgastados y agujereados, pero no hubo suerte.
Me volví al hotel no sin extraviarme primero, y en la bastante lujosilla habitación estuve medio navegando por internet (la comunicación fallaba más que funcionaba) y viendo la tele.

A la mañana siguiente había quedado con Mr. Phúc para comenzar el tour de las tierras altas, por lo que a las 8h30 de la mañana recogió mi mochilorra, la envolvió en un saco de plástico y la amarró en la parte trasera de la moto. Me senté tras él y rápidamente nos pusimos en marcha.
En los alrededores de Dalat se pueden visitar varios templos o pagodas y también cascadas, y eso fue lo que hicimos. La primera de las pagodas que visité parecía más bien, a ojos europeos, un parque para niños, pues si bien no tenía columpios sí que tenía desplegadas por sus jardines un buen número de estatuas primorosamente coloreadas y de aspecto infantil. En el estanque reposaba el cuello de un enorme dragón que con su largo cuerpo daba la vuelta a la mitad del recinto.

El paisaje durante toda la jornada fue bonito con montañas suaves repletas de vegetación, tanto bosques como cultivos. El ambiente estaba bastante fresco y siempre amenazó con llover.
Mr. Phúc iba parando en interesantes lugares donde me explicaba la forma de vida de los vietnamitas de la zona. Visitamos los invernaderos donde se producen flores para todo el país. No lo he mencionado antes, pero a los vietnamitas les encantan las flores y por todo lugar donde se pasa hay adornos florales. Me mostró y explicó los campos de cafetales, ya que Vietnam es uno de los principales productores mundiales, y a fé que el café vietnamita es muy aromático y sabroso. Me mostró así mismo los campos de té que aquí son minoría respecto al café.
También paramos en una piscifactoría y pude contemplar el proceso del pescado desde que vive plácidamente hacinado en sus piscinas, hasta que es limpiamente troceado tras pasar por un estado intermedio de breve estancia en la "palangana de la muerte".



Visitamos una fábrica de seda, y con sus explicaciones, que no siempre entendía, y con mi natural curiosidad, caminando entre la maquinaria pude contemplar desde los capullos, la elaboración del hilo, hasta el proceso de elaboración de los tejidos. Una vez fuera, y cuando nos disponíamos a marchar, le dije que esperara unos minutos. Regresé y me compré un pañuelo para el cuello, que como he mencionado antes, el día estaba fresco.

Después llegué hasta otra amplia y bonita pagoda de madera habitada con diferentes budas. Aquí los había con una sola cabeza y un par de brazos, en plan señor normal, pero también en plan ultra-siames, con múltiples cabezas y brazos, y la aportación china a la fauna búdica, el de la felicidad, orondo y que en esta representación era primorosamente blanco y reluciente. El templo estaba situado junto a una preciosa y caudalosa cascada. Para llegar hasta su mirador más fotogénico, cubierto por vapor de agua había que seguir una sinuosa, resbaladiza y peligrosa senda, que de no estar uno atento te puede costar la vida.


También paramos en algún poblado de las minorías étnicas que habitan la zona. En el pasado esta gente vivía perdida entre los campos, pero con la llegada del gobierno comunista los asentaron en poblaciones estables y ahora los niños van a la escuela y todo. Mr. Phúc llevaba caramelos para repartir y para que la chavalería se prestara más facilmente a ser retratados, porque a mucha de esta gente no le suele gustar que les hagan fotos, no vaya a ser que les robes un cachito de alma. Allí, por ejemplo, pude contemplar cómo elaboraban cestos con bambú.

Paramos a comer en un paso de montaña rodeado de selva donde también almorzaban otros intrépidos viajeros como yo conducidos por su Easy Rider. Fue comida vietnamita deliciosa y barata, y refescada en mi caso con cerveza del lugar. Justo cuando estábamos a refugio en la terraza del restaurante se puso a llover después de haber estado amenazando todo el día, pero mi guía llevaba un traje de agua preparado para mí, y para cubrir mi cámara, un poncho suplementario de fino y endeble plástico.
Afortunadamente, el mayor chubasco sucedió mientras almorzábamos, porque luego la cosa no fue a mayores.
En la segunda parte del día seguimos parando en diferentes lugares para contemplar la vida de estas gentes. Así visitamos la casa de una familia que (creo recordar, pero no me hagáis mucho caso) recolectaban y tostaban el grano de café, y otra que criaban gusanos de seda, con los cuales además compartían dormitorio. Por cierto, el cabeza de familia, que aparece a la derecha de una cabaña de bambú de una de las fotos, iba full lost melopeico, se ve que celebraba algo.

Otra parada graciosa fue delante de la escuela de la zona. Los niños al verme se azoraron mucho y formaron corrillo a mi alrededor entre risas y carreras. Por un lado querían que les hiciera fotos y por otro no, y cuando se las mostraba se reían con gran extridencia.


Llegando al final de la jornada pasamos por grandes extensiones de campos de arroz, todo inundado por el agua y nos cruzamos en varias ocasiones con campesinos que  eran transportados hasta sus casas en remolques tirados por pequeños y ruidosos tractores.
Para finalizar la jornada llegamos hasta la población de M'nong junto al bonito lago Lak. Allí me alojé en una elegante habitación con vistas al lago y pude charlar con una pareja de alemanes que hablaban un muy perfecto español, y una psiquiatra anglo-australiana que andaba haciendo un viaje de varios meses por tierras asiáticas.

El segundo día resultó ser menos interesante que el anterior, pero tampoco estuvo mal. En primer lugar visitamos los alrededores del lago Lak rodeado de bonitas colinas arboladas. Por sus orillas se encuentran tan placenteros los búfalos de agua, animales que se encuentran en toda la Asia cálida y húmeda. También se ven elefantes que ahora se utilizan tan solo para amenizar a los turistas. Yo no hice por subirme a ninguno, me conformé con contemplarlos en la distancia.
Después visitamos el poblado de una tribu de la zona que ahora viven tranquilamente para el turismo. Todas sus casas estaban alineadas en torno a una calle y estaban construidas, como es habitual en este país, con bambú sobre pilares para evitar las humedades, la subida de las aguas y la visita de animalitos no invitados.


Continuamos camino y atravesamos vastos campos de arrozales con afanosa gente trabajando. Paramos por petición propia en los restos de una iglesia bombardeada en la guerra y que los vietnamitas han dejado tal cual para mostrar las malas artes de los norteamericanos.
A pesar de las constantes insistencias de Mr. Phúc para que ampliara mi tour por las tierras altas y así recorrer la carretera Ho Chi Minh, junto a la frontera con Camboya y Laos, mi idea era marchar al día siguiente nada más terminar el tour a Hoi An en viaje nocturno, por lo que a mitad de la jornada nos dirigimos a la ciudad de Buon Ma Thuot para comprar el billete. Resultó que sólo se podía comprar el mismo día, pero como ya estábamos allí, nos fuimos a comer a un económico restaurante y que me resultó de lo más estimulante y sabroso: comimos rollitos primaverales elaborados por nosotros mismos. Nos pusieron las hojas de pan de arroz, verduras, tiras de carne y salsa y con la ayuda de los palillos fuimos componiendo cada rollito a nuestro gusto. Fue comida exquisita, sanota y barata.


Después nos dirigimos directamente a nuestro destino de la jornada, el resort del parque natural de Yok Don, y tan solo parando para tomar un delicioso café vietnamita en la orilla de un lago cubierto de lotos.
El resort estaba formado por unas instalaciones centrales alrededor de un lago con restaurante y tiendas, y cabañas de madera a lo largo de la carretera. En una de ellas nos alojamos Mr. Phuc y yo. Justo cuando llegamos, debían ser como las dos de la tarde, se puso a llover. Esta es la estación de lluvias en la zona central de Vietnam y por eso el lugar estaba prácticamente vacío.

 

Creía yo que no le iba a sacar más provecho al día, pero no fue así ya que al rato se despejó algo el cielo y aproveché para salir a conocer los alrededores. Mr. Phúc me aconsejó que siguiera la carretera hasta su final. Al poco de comenzar a caminar, me encontré un camino que salía hacia la izquierda y que se internaba en la selva. Por supuesto lo cogí.
Andaba yo alerta de poder divisar algún tigre, elefante o extraterrestre extraviado. Escuché unos ruidos y silenciosamente me acerqué a ver de qué se trataba. Decepción: sólo era una pareja de búfalos de agua.
Como pude ir comprobando, esta parte del parque natural era básicamente eso, un parque, ya que di con un camino estrecho pero perfectamente pavimentado que luego se dividía en otro y en otro. Caminé bastante rato y ni por asomo vi fauna salvaje. Así que en un sitio ahora tan civilizado sería más fácil que me atacara un tigre de peluche que uno de carne y hueso. Cuando llegué a un cauce de agua que no podía atravesar sin empaparme los piés preferí dar la vuelta.
En el regreso vi una bifurcación no esperada y la tomé. En un rato llegué a una colina donde se estaba erigiendo un gran buda larguirucho y una gran cantidad de estatuas simbólico de hombres sobre animales. Como la noche se estaba echando encima ya no había allí nadie trabajando, pero en unas cabañas cercanas había actividad techno, pues esa era la música que de forma estridente empezó a retumbar en el lugar. La verdad es que no pegaban mucho las estatuas religiosas en medio de un bosque tropical con esos ritmos electrónicos, pero marchoso sí que era.


La luz era cada vez más escasa y por si fuera poco, comenzó a llover de nuevo. No quería volver por el camino donde había venido, pues era bastante largo, así que decidí coger la carretera que hasta ese lugar llegaba y que según mis cálculos, debía unirse en algún momento con la principal del parque donde estaba mi cabaña.
Empecé a preocuparme seriamente tras caminar un largo rato y no encontrar la unión con la principal, pero pensaba que tarde o temprano tendría que dar con ella porque en un lugar como este no esperaba que hubiera una gran red de anchas carreteras asfaltadas. De repente empecé a ver cabañas y pensé que estas debían ser las cabañas remotas de este parque remoto, pero no, al momento vi una imagen que me resultó familiar: la de la moto de Mr. Phúc junto a una cabaña. Resultaba que la carretera principal terminaba precisamente junto al nuevo parque religioso en construcción.


Un minuto después de llegar, en medio de la lluvia, se hizo de noche.
En la cabaña seguía Mr. Phúc el cual, al rato de yo llegar se quedó dormido y ya no se despertó hasta la mañana siguiente. Eso sí, antes de plegar el sobre me pidió que escribiera en su libro de lisonjas unas palabras de recomendación para podérselo mostrar cuando encontrara en Dalat a más viajeros hispanos y así convencerles de que contrataran sus servicios. Fui lo más justo que pude: dije que el tipo era de fiar, pero que no era barato.
Mientras Mr. Phúc tenía su primera fase de sueños yo estuve con el ordenador redactando el siguiente artículo para el blog y seleccionando las correspondiente fotografías.

Mr. Phúc debió dormir como 10 horas, que es lo que tiene el no tener afición por la lectura estando recluido en una cabaña en una tarde-noche lluviosa en medio del bosque. Eso sí, según me comentó luego, siempre se acuesta temprano para levantarse antes del amanecer y dar una larga caminata. En este caso visitó el parque religioso en construcción que no conocía.
Tras preparar la mochila y desayunar en el gran comedor vacío del resort salimos del parque natural y por carretera recorrimos un buen trecho antes de volver a entrar al mismo por otro punto. Pero antes de llegar visitamos el cementerio de los héroes de la tribu, que no eran otros que cazadores de elefantes. Pero no cazadores que mataban, sino que los capturaban y amaestraban para que ayudaran en las faenas del campo (ahora ya no se utilizan, la maquinaria ha desplazado al animal). En sus tumbas se podían ver bajorrelieves de paquidermos para demostrar la valía del que allí yacía. De los grandes y heróicos cazadores tradicionales, a día de hoy sólo queda uno con vida y tiene más de cien años. Fuimos a su casa, convertida ahora en museo, pero desde hace algún tiempo el hombre no atiende a las visitas, pues ya no tiene el vigor de antaño (claro). El cazador en su larguísima vida ha tenido numerosas mujeres y una gran prole, siendo todo un campeón sexual gracias a una receta de varias plantas locales que él mismo se preparaba, y que actualmente se pueden comprar en una caseta anexa a su vivienda.


También estuvimos en una fábrica artesanal de tortas de pan de arroz con la que se hacen los rollitos de primavera, y otra de noodles (los espaguettis orientales, que según la leyenda, son los antecesores de la pasta italiana importada por mi precursor, el gran Marco Polo), aunque en esta última no pude ver cómo los hacían porque ya habían terminado su tarea. Resulta curioso ver cómo se hacen a mano estos productos que luego uno se zampa en un abrir y cerrar de ojos. Una vez elaborados se deben secar al sol, y me decía mi guía que si el día no estaba soleado, no se podían hacer. Si curioso resultaba ver las tortas de arroz puestas a secar, más sorprendente eran los noodles, colgados de palos de bambú como si a todo un regimiento de infantería se les hubieran mojado las botas y hubieran puesto los cordones a secar.


Después nos introducimos de nuevo en el parque de Yok Don y dejándome en un punto donde se visita a pié las distintas maravillas del lugar, Mr. Phúc me dijo que íbamos muy bien de tiempo, por lo que me podría tomar todo el que quisiera en la visita. Yo esto me lo tomé al pié de la letra.
Rodeado de una espesa selva descendí por un sendero empinado y húmedo y llegué a la primera de las cascadas que me tenía deparada la jornada. Después seguí hasta otro lugar espectacular, un corte en el terreno que formaba un enorme escalón donde varias cascadas llenaban un gran lago rodeado de altas paredes que a mi me recordaban a la caldera de un volcán. Como tenía tiempo, allí permanecí un buen rato.






Luego continué por un sendero y atravesé un primer puente colgante sobre el río del desagüe del lago. Más adelante el sendero se bifurcaba, pero siguiendo el rumor del agua acerté a la primera a acercarme a otro lago con más impresionantes cascadas.  Para llegar a este lugar hube de atravesar otro puente colgante en bastante mal estado: muchos de los tablones estaban rotos y más valía no apartar la vista de los pasos si no quería tener un serio percance.


Aquí la vegetación, amparada por la humedad de las cascadas, ríos y lagos era exhuberante y las raices de los árboles tropicales se agabarraban a cada piedra como tentáculos.
En el lugar había una pareja de recién casado haciéndose fotos, pero no llegaron por el mismo camino que yo, sino por la carretera del otro punto del parque que terminaba en las cascadas. Al igual que en los anteriores saltos de agua, aquí el terreno estaba fracturado y de nuevo el lugar me recordó a un volcán y creo que realmente lo fue en el pasado pues las rocas eran de basalto y junto a la cascada principal pude contemplar una estructura de columnas basálticas. Junto al lago mayor había otro lago circular donde caía una estrecha y alta cascada también muy chula. En este lugar me gustaría haberme quedado más tiempo, pero sin entrar en detalles (que luego hacéis chistes sobre ello) tuve otro encuentro homogayer, por lo que abandoné el lugar con premura.
Me subí a la parte alta del cauce del agua y desde allí, con cierta sensación de vértigo me asomé a la cascada y pude tomar y tomarme alguna estupenda instantánea. Por la zona también había un grupo de amigos gayers que al verme se emocionaron bastante (no sé porqué, la verdad) y me estuvieron llamando mientras se reían entre ellos.


Después de tantas emociones inicié el regreso por donde había vuelto, pero aún tuve tiempo de subir a lo alto del salto de agua del primer conjunto de cascadas, para lo cual tuve que seguir un estrecho sendero rodeado de jungla.
De vuelta Mr. Phúc me recibió alarmado pues me dijo que había regresado muy tarde y que quizás no nos daría tiempo a llegar a Buon Ma Thuot para que pudera cogiera el autobús para Hoi An, mi siguiente destino. Tanto tiempo me había tomado que ni siquiera pude ver otro lugar interesante del parque del que nunca me enteré en qué consistía.


Por ello apresuradamente iniciamos el regreso, pero no hubo problema: llegamos a la ciudad sin contratiempo y totalmente dentro de hora, con 45 minutos de adelanto sobre la salida del autobús. Una vez en la estación procedí al religioso pago de la tarifa del tour, pero Mr. Phúc además me pidió una propina. Yo iba con el dinero más que justo así que, mosqueado, le pregunté que en cuanto consistía la propina. Y consistía en demasiado dinero para mí, y de hecho no me llegaba. Por ello le dije que no le daba propina, que el precio del tour ya había sido bastante alto. Mr. Phúc, que en todas las jornadas se había mostrado encantador, se despidió fríamente de mi y se marchó diciendome que le debía haber ayudado más.
Como me ha venido sucediendo en casi cada lugar de este mi pequeño viaje, los locales creen que soy rico y que me pueden sablear sin límite. Entre unos y otros me van a llevar a la ruina.

El viaje hasta Hoi An fue de algo más de doce horas y lo realicé dormitando con los piés mojados, sobre todo el derecho porque en el zapato tenía un notable agujero. Cada vez que pisé un charco o intenté atravesar un arroyuelo en mi excursión de las tierras altas se me coló el agua en el interior del zapato. Ya me lo había advertido Mr. Phúc: en estos terrenos húmedos sólo hay dos opciones buenas para caminar: o descalzo o con las clásicas botas de agua de caña alta (que era lo que él calzaba).
Nada más entrar al autobus me quité los zapatos, pero el aroma que salía era cercano al del queso fresco, por lo que en cuanto llegó mi acompañante de asiento opté por calzarme de nuevo y aguantar como fuera, con el consiguiente peligro de criar hongos, helechos y salamandras.


4 comentarios:

  1. Por favor Don Juan José en la foto que tienes un cartelito detrás, que no sé que pone, tu pose, tu gorrita y tu pañuelito no te dan un aspecto muy varonil y luego andamod diciendo que los hombres se te tiran al cuello. NO ME EXTRAÑA EN ABSOLUTO.
    Lo del olor a queso de Cabrales la verdad es que te hace perder muchos puntos, como icono de la revista ZERO.
    UN SALUDO MUY GRANDE (no hagas caso de mis comentarios, es la envidia que te tengo por tu pedazo de viaje)

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  2. Caramba con Mr. Phúc, parecía majete. La próxima vez espérate al final del tour, para escribir las recomendaciones y/o advertencias a los turistillas, por si acaso. Una pasada las cascadas del parque de Yok Don, lástima que no pudieras quedarte más tiempo: ya nos contarás tu experiencia homo, que no se qué les das a estos asiáticos, que los traes locos…

    Un saludo, y cuídate esos pies.

    David.

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  3. La foto de los campos de arroz te quedo divina!, y veo que le das buen uso a la pashmina, siempre es bueno llevar algo para el frio!. no puedo esperar a ver las fotos de la bahia, es un lugar magico.
    abrazos
    alice

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  4. Parece lógico que andes con los pies encharcados cruzando el país del agua.
    Un abrazo fuerte
    América

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