sábado, 7 de agosto de 2010

AMRITSAR Y LA FRONTERA INDO PAQUISTANÍ

El bicitaxi me dejó en las cercanías del Templo Dorado y hasta allí marché caminando terriblemente cargado con todas mis pertenencias. En las instalaciones del templo me acerqué a uno de los guardazapatos y pregunté por si me podían alojar. Un sikh me llevó a la zona de hospedería para extranjeros y me dijo que estaba un poco lleno pero que me podría quedar en el suelo. En su interior, envuelto en la penumbra, una larga fila de camas que pude intuir que estaban ocupadas por gente descansando. Al otro lado, pequeñas y también muy oscuras habitaciones, por supuesto ocupadas.
Busqué un trozo de suelo, pero no había. Estaba lleno de mochilas y lo único que quedaba libre era un estrechísimo sendero para avanzar por la estancia. El sikh me pidió que hiciera una donación. Le dije que se esperara a que al menos me acomodara, coño.

Valoré rápidamente la situación y salí de allí. Me quedé descansando en la entrada y me dije, me voy de aquí, que no quepo. Se lo comuniqué al sikh y este asintió, también él lo debió ver lógico.
Ya fuera, entre la marabunta de rickshaws que te instan a irte con ellos elegí a un ancianete, creo, de extrema delgadez, barba blanquísima y turbante y le dije que me llevara a un hotel barato. Anduvimos de uno a otro pero ninguno me convencía, o muy caro, o muy tétrico.
Finalmente acabamos en Tourist Guesthouse el primero de la lista de mi guía, la cual casi nunca consulto, donde afortunadamente había sitio pues llegué a la hora en que la gente se marchaba. Fue un acierto porque aunque el sitio era realmente cálido y abundante en mosquitos, se trata de un alojamiento para mochileros con un gran salón para comer y charlar, y donde es fácil trabar amistades.
Los días que estuve en el lugar pude avanzar en la escritura del blog entre goterones de sudor y hablar con diferentes viajeros y turistas.
El primer día estaba algo lluvioso y después de acomodarme y descansar un rato me fui a pié hasta el Templo Dorado preguntando a la gente por el camino. Una infinidad de bicitaxis me ofrecían sin descanso la posibilidad de llevarme hasta allí con ellos. La palabra Golden Temple se repite de forma sistemática y continua en toda frase relacionada con la ciudad pues es su centro religioso, cultural y turístico.
Mientras llegaba al templo comenzó a llover de nuevo y como todo el lugar estaba empapado de agua y además había que descalzarse para entrar, tras tomarme un café de maquina bajo una techumbre y esperar a que dejara de llover y esto no ocurriera, decidí dejar mi visita para el día siguiente.
En el guesthouse conocí a dos simpáticas y guapas chicas, Bibi de Holanda, y Olga de Polonia, y me ofrecieron ir al día siguiente a la frontera con Pakistán, situada a una decena de kilómetros. En seguida les dije que sí, pues la frontera es tras el templo dorado, la segunda atracción de Amritsar.
El día 6 de agosto, a las tres de la tarde, quedé con ellas junto a la entrada del templo para allí marchar hacia la frontera en un taxi.
Por 80 rupias ida y vuelta cada uno nos metimos en una minifurgoneta con otras tres personas, indias en este caso.
Para caber mejor en el interior del vehículo, saqué un brazo por la ventanilla lo que me permitió ir saludando y dando la mano a la mitad de la población del Punjab.

Al llegar a la frontera hay una gran zona de aparcamiento abarrotada de gentes donde se aparcan los coches, se puede comprar comida y bebida, artículos mínimos y banderines de India. Y esto sucede todos los días del año.
Para llegar a la zona fronteriza se forman largas colas, unas para hembras y otra para machotes pues el registro es minucioso y no se pueden portar mochilas grandes ni armas, ni objetos con los que se pudiera violentar tan delicado terreno.

La frontera consta de una bonita y alta verja y unas gradas en cada país para que los nacionales vitoreen su ceremonia y a su nación, y es que el espectáculo diario del cierre de la verja es un acontecimiento patriótico, absurdo, ridículo, pintoresco y muy divertido, of course. Yo le pondría este título:
MONTY PHYTON'S FLYING BORDER

Para quien lo supiere, este título hace referencia a una de las mejores series cómicas de la historia de la TV con la que se dieron a conocer el genial grupo de humor en la BBC al principio de la década de los 70: Monty Phyton's Flying Circus (si nunca lo habéis visto, hacedlo, es una amenaza), y es que el espectáculo fronterizo es justo eso. Si me dicen que todo lo que sucede en el lugar está ideado, diseñado y conducido por los humoristas, diría: claro, por supuesto, si es que lleva su sello inconfundible.
Cuando llegamos, las gradas estaban ya casi repletas de gente vociferante e ilusionada por el espectáculo que iba a contemplar, dividido en una zona para varones y otra para mujeres.
A los turistas nos ponen juntos en una tribuna VIP, cerca de la verja. En el lado paquistaní las gradas son más o menos iguales en tamaño y ubicación, si bien cuando llegamos estaban prácticamente vacías, finalmente casi se abarrotaron también de musulmanes.


Y comienza la música, ritmos bailongos hindúes y la gente comienza a hacer palmas y muchos de ellos a danzar. Todo está controlado por soldados de enorme estatura de aspecto varonil unos y otros andrógino. Estos se dedican a hacer sonar sus silbatos para que la gente no se desborde en su emoción, pero todo es pura pantomima, porque igual que te dicen que te sientes, que te juntes al de al lado para hace hueco, finalmente dejan que la gente salte de las gradas a la calzada y se ponga a bailar al son de la música, eso sí sólo mujeres y niños.

Los soldados a continuación se atavían de unos pintorescos sombreros con enorme cresta roja y se inicia la ceremonia, se alza la bandera de la india y un animador comienza a decir Hindustan Zindabad (que viva India y olé). Esto se repite centenares de veces.
A continuación, mujeres y niños se ponen en cola para correr con enormes banderas de India hasta la verja y volver. Bibi y Olga saltaron también de las gradas para correr la bandera. Cuando se pusieron en la cola, un soldado les preguntó que si eran indias: por supuesto, le contestaron al unísono.
Después, más baile y trenecito de un lado para otro.

Los soldados uno a uno y con micrófono en mano por parte del animador lanzan vivas hasta que sus pulmones no dan para más, sosteniendo el sonido durante casi un minuto. Cada vez que acaba uno, grandes aplausos del público.
Mientras, en el lado paquistaní, ya abarrotado de gente con túnicas, hacen exactamente lo mismo, pudiéndose comprobar qué soldado es capaz de sostener su ¡viva! más tiempo.
Después, los soldados ordenados haciendo un extravagante juego de piernas para girar, se dirigen uno a uno hacia la verja a un paso tan exagerado que siempre se duda si se desequilibrarán en sus zancadas. Otro punto fuerte es el desfile de la parte femenenina del ejército, compuesto por tres militares, escasas, pero que despiertan gran emoción por parte del público.


Uno de los soldados que se dirigen a la verja, quizás el de más alta graduación, llega a la delgada línea y junto con su colega paquistaní, perfectamente coordinados, se dan la mano de una forma velocísima entre grandes vítores por todas las partes ,y a continuación se procede al cierre de la frontera hasta el día siguiente.
No es el fin, continúan los vítores, los vivas de cada país y la música alegre. A continuación se bajan las banderas, y todo se deja ya para el día siguiente, donde se vuelve a repetir la misma ceremonia. El espectáculo sólo decae por parte paquistaní en época de ramadán donde los musulmanes por aquello de no poder beber ni comer durante las horas de luz, andan más flojos y desganados, pero el resto del año es un contínuo foco de atracción nacionalista bullanguero.


Condiseraciones: si hay un conflicto en el mundo que puede acarrear una guerra nuclear ese es el indio paquistaní, llevan en estado de guerra desde que se formaron ambos países. La zona de Cachemira y otros puntos fronterizos son considerados por ambas naciones su territorio. Sin embargo, la perfecta sincronización de la ceremonia, trajes y parafernalia me da que pensar que esta gente tiene más cosas en común que las que les diferencia. Desde este blog les conmino a que inmediatamente hagan las paces y se unan en un solo país. También esto es una amenaza. Si no lo cumplen, que se atengan a las consecuencias. Ya les tengo preparado el nombre para el nuevo país: Hindoespaña.

La comedia finalmente duró más de dos horas, muy divertida pero un poco larga. Yo creo que lo hacen para que la gente, ya que se tiene que desplazar desde lejos, les dé tiempo a saborearla bien.


A la vuelta y ya de noche, a nuestro vehículo se le acabó la gasolina y nos quedamos parados un buen rato en medio de la autopista - carretera para todo y todos hasta que el conductor encontró a otro taxi que se ofreció a remolcarnos sacando una cuerda de su maletero y uniendo ambos coches.


Así, casi a las nueve de la noche llegamos de nuevo junto al templo dorado y decidimos volver caminando en medio de la penumbra al guesthouse, donde por supuesto, nos extraviamos, pero no nos amedrentamos. Encontramos una licorería donde nos compramos unas cervezas, y ya en el hotel nos las bebimos en el patio para nuestro solaz y relajamiento, mientras comentábamos las mejores jugadas de las jornadas y los mosquitos se deleitaban con nuestra dulce sangre.

4 comentarios:

  1. Qué movimiento hay en la frontera indo-paquistaní, para que luego critiquemos las pelis de Pajares, Esteso, Landa y Paco Martínez Soria.
    El gorro tipo gallo Claudio es muy original, traete un para Spain!!!
    Saludos Villabonenses del Puente

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  2. Esos gorros son para la lluvia, creo. Tiamo

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  3. Haha, just read this story (well, for as much my Spanish allows me of course). Remember that lovely funny day! See you soon, kisses

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