lunes, 28 de junio de 2010

CACHEMIRA Y LOS CACHEMIROS

Cuando en Manali se informó a la población turista que el paso a Ladakh permanecería cerrado al menos una semana más, la gente empezó a abandonar el lugar. Tanto que cuando fui a comprar el billete de bus para Jammu no había plazas hasta dos días después, el 17 de junio, ¡cachis!
Ese día, a las 18 horas, partió el bus camino de la capital de invierno del estado de Jammu-Cachemira. Un autobus de lo más incómodo, como no podía ser de otra forma, a pesar de que se anunciaba como  Luxurius Tourist Bus, pura palabrería.


Al principio iba sólo en mi pareja de asientos, pero en una parada se subió toda la gente que faltaba para rellenar la lata con ruedas. Me tocó al lado un chico israelí que no decía ni .
El viaje de 14 horas transcurrió plácido mientras yo permanecía inmóvil cual momia: a mi derecha estaba el descendiente de Moisés, a la izquierda del asiento tenía el botón de reclinación que se me clababa si intentaba sacar las piernas al pasillo, mientras que las rodillas me topaban en el asiento delantero. Los ingenieros de Tata son unos sádicos.

Pasadas las ocho de la mañana llegamos a Jammu. Yo pensaba haber pasado una noche allí si no encontraba un bus para ir hasta Srinagar, pero según bajé del autobus se me acercó un sikh y me dijo que si quería ir a Srinagar, un todoterreno me estaba aguardando en ese mismo momento. Acepté el trato y monté en el coche, donde ya había tres indios esperando a que se completara el aforo. A los quince minutos se incorporaron al vehículo mi compañero de asiento y sus dos amigos, y partimos. Bien, porque en estos días el ambiente estaba muy caldeado en Jammu, y no solo por la temperatura: había revueltas y fallecidos.
El conductor era un sikh discreto y eficiente que nos llevó hasta Srinagar en 11 horas más de viaje. La distancia era de 290 kilómetros, pero en India eso no es impedimento para pasarte todo el día viajando: las carreteras son estrechas y están llenas de camiones. Los adelantamientos continuos al borde del precipio son un gran aliciente. No haga puenting caballero, haga adelanting.
En seguida que salimos de Jammu nos introdujimos en sierras resecas repletas monos y de cuarteles militares. Los camiones y jeeps del ejército eran una presencia continua. Sus ocupantes iban armados con sus ametralladoras, tanto las americanas como las 100% fiables, AK-47.
En la parada que hicimos para desayunar estuve hablando con los demás pasajeros, los cuales resultaron de lo más simpáticos, israelitas incluidos.
Tras unas horas de viaje las montañas se hicieron más altas y el terreno se cubrió de grandes bosques de coníferas.
Ya por la tarde y tras un túnel un cartel nos recibió: Bienvenidos al valle de cachemira, paraiso en la tierra. Se trata de un valle inmenso rodeado de montañas cuya población actual es en más de un 90 % musulmanes de origen persa. En la antigüedad todo el valle estaba sumergido por un lago, pero ahora sólo quedan pequeñas manchas acuosas y el resto lo ocupan bosques, plantaciones, pueblos y basura.
Al poco de entrar al valle hicimos una parada en un bazar para descansar un rato. La gente me saludaba dándome la mano, preguntando de dónde era y qué me parecía Cachemira ¡Que acabo de llegar, oiga!
El camino hasta Srinagar trancurrió casi en su totalidad bajo un frondoso manto boscoso y al llegar, el sol ya daba sus últimos coletazos.
Los israelitas me ofrecieron ir con ellos a un houseboat, el alojamiento típico de la zona, ya que en el siglo XIX se prohibió construir casas en la población y la gente empezó a ocupar los lagos con eso mismo, casas-barcos.
Un taxista pendenciero nos ofreció llevarnos al de unos amigos suyos, a 10 kilómetros de Srinagar. A mi esto no me pareció muy bien, pero bueno. Al taxi se le acabó la gasolina y tuvimos que empujar hasta cerca de una gasolinera, donde un chico trajo una botella de cocacola con dos litros de combustible, que tuvimos que pagar nosotros como adelanto del precio del transporte.
Ya de noche llegamos al lugar indicado por el taxista. Al houseboat se accedía tras caminar unas decenas de metros sobre tablones en un terreno pantanoso. El alojamiento era un lugar lamentable, por lo que les dije a mis compañeros que yo allí no me quedaba. Nos marchamos todos y yo les comuniqué que prefería ir a Srinagar city, nada de estar a las afueras, que Cachermira ya está bastante a las afueras de mi casa como para además alejarme hasta el siniestro extrarradio.

Allí nos separamos. El taxista me llevó al boulevard de Srinagar, donde están los hoteles. Yo había mirado en la guía un hotel en tierra firme donde alojarme, pero cuando llegué me pareció un sitio poco agradable, así que acepté la sugerencia de un amigo del taxista. Kalim, que sorprendentemente se había montado en el boulevard para convencerme de que me alojara en su houseboat.
La casa-barco resultó estar bastante bien por pintoresca y recogida, así que allí me quedé. Eran casi las 10 de las noche, 28 horas después de haber partido de Manali. Cené y me quedé viendo el partido del mundial en la tele del salón.
A la mañana siguiente desayuné en la terracita del barco que daba al interior del lago, un lugar encantador si no fuera porque Kalim, el dueño, cada vez que me veía allí se me arrimaba para intentar convencerme que hiciera una excursión de una semana a las montañas de Cachemira, algo diferente a todo lo demás del planeta; pero claro, yendo yo sólo me salía por unos 500 euros, una cifra inabordable. El tipo nunca desistió y siempre que me veía me explicaba la maravilla del lugar enseñándome fotos y escritos del libro de visitas alabando la excursión, y yo ya estaba hasta los huevos de Kalim.


El desayuno consistió en un café repugnante con tortas de pan chicloso y miel (la miel estaba buena, pero nada comparable a la del señor Antonio, de los montes de Lugo).
Tras consultar la guía decidí ir a visitar Srinagar antiguo. Primero me pasé por la oficina de turismo, donde no informan; tan solo me vendieron un mapa roñoso del estado de Jammu-Cachemira.
En mi paseo, mucha gente, soldados incluidos, me saludaban y me preguntaban de dónde era y qué me parecía Cachemira. Extrañamente, las veces que pregunté por la dirección a tomar para ir a mi destino me indicaron incorrectamente, incluso mandánmome en sentido contrario. Esto hizo que mi paseo fuera mucho más largo de lo previsto bajo un sol justiciero, pero pude conocer más a fondo Srinagar, un lugar fundamentalmente feo al que solo salva la presencia de los lagos, arboledas y algunos edificios de cierta gracia alpina. Dicen que esto es la Suiza de Asia y es cierto que el paisaje es similar, algunas casas también. Una Suiza mugrienta.


En mi paseo me acerqué a la fortaleza de la ciudad, Hari Parbat, sobre una colina que domina los alrededores, pero es un lugar no visitable, ocupado por el ejército indio. En toda Cachemira están a la gresca, Kalim me recomendó que no visitara el interior de la ciudad, el downtown porque había revueltas y tiros, y podría ser peligroso. Muchos días de los que estuve, los comercios estaban cerrados en señal de protesta de algún musulman muerto en combate.
Me quedé en la base de la colina de la fortaleza, sentado en la grada de un campo de criquet, contemplando el juego.


A continuación llegué a la bonita mezquita de madera de Dastgir Saheb y pude encontrar, tras adentrarme en estrechas callejuelas lo que realmente andaba buscando ese día, la tumba de Jesucristo. Sí, habéis leído bien. El lugar se llama Rozabal Shrine y según la tradición herética, y también contemplado de forma parcial en el Corán, Jesucristo, Youza Asouph para los musulmanes, tras resucitar (yo opino que no llegó a morir en la cruz, era un tipo duro) y organizar la futura misión de sus torpes apóstoles, se retiró a Cachemira. Según algunos, en los años perdidos de Jesús, desde su juventud hasta los treinta, estuvo en la India donde se inspiró en el budismo; así que lo que hizo fue regresar al lugar de su juventud. Yo habría hecho lo mismo; Palestina siempre ha sido un lugar convulso, Cachemira era un lugar con un clima agradable y buenos alimentos, habitado por aquel entonces (y hasta el siglo XIII) por personas pacíficas. Ya lo dicen, Cachemira, el paraiso en la tierra, qué lugar más apropiado que este para el retiro.

Según la guía, la entrada al mausoleo de Jesús está prohibidísima. Es un pequeño edificio cuadrado en verde y blanco culminado con una torrecilla con función de luminaria. Cuando llegué me paré a leer el cartelón que casi no deja ver el edificio. En el jardincito había un anciano sentado sobre sus piernas y trabajando con las plantas, y vi que la puerta estaba entreabierta.
Entré en el jardincito, saludé al anciano y este se me acercó, me besó las manos y me ofreció entrar en el mausoleo; me quedé perplejo pero entré rapidamente. Era una estancia pequeña en cuyo centro, encerrado entre rejas, pude contemplar un sarcófago larguísimo cubierto por una tela verde de seda con textos en árabe, o eso creo, porque en ese momento entró el guardián del templo y me sacó inmediatamente de allí. Enfadadísimo, con gafas, vestido de blanco, y barbas mucho más largas que el cabello, me dijo que quién me había autorizado a entrar. Yo no quise denunciar al anciano, así que no respondí. Le pregunté si no podía hacer unas fotos rápidas y se enfadó aún más: fotos ni de fuera ni de dentro, prohibido. Me preguntó si es que no había leído el cartelón. Le pedí mil perdones y me marché mosqueadísimo pero contento por haber podido contemplar durante cinco segundos algo que está vedado a casi todos los mortales. Me marché de allí y caminé por las callejuelas de alrededor, pero luego me percaté que con todo lo acontecido no me había dado tiempo ni de contemplar el edificio por fuera, así que recalé allí de nuevo y me puse a mirar tranquilamente el discreto edificio.
Se me acercó el tendero de al lado y me preguntó que qué hacía ahí tan contemplativo y le dije que como no podía hacer fotos estaba grabando la imagen en mi memoria. Sorprendentemente de nuevo, el tendero me dijo que una o dos fotos las podría hacer sin problema, a lo que yo le respondí que no quería perder el cuello, y este continuó: As you want, sir. El caso es que medité unos segundos y saqué la cámara discretamente e hice un par de fotos. Ya me marchaba cuando oí que me llamaban, era de nuevo el guardián del templo que se acercó a mi dando voces preguntádome que qué pasaba conmigo. En ese momento empezó a aparecer una multitud de personas de todas las edades que me rodeador por completo. Yo le dije al guardián que mil perdones pero que el tendero me había dicho que podía hacer fotos. El tipo estaba inflamado en cólera y quería hacerse con la tarjeta de la cámara. Yo le dije que nones y le mostré ante sus ojos cómo borraba las fotos. Este pareció calmarse ligeramente y a continuación me echó una charla mayúscula en la que empezó diciendo que la tradicional hospitalidad cachemirana tenía un límite, que yo había infringido las normas pese a sus advertencias, que eran gente de paz pero que no le gustaban las polémicas (sí, ya se sabe que a los musulmanes no les va lo de polemizar), y que había habido muchos problemas con gente que había venido a ver la tumba y que luego habían creado mucho revuelo. Yo intentaba dar mis argumentos pero el tipo me mandaba callar. Así estuvo unos minutos que a mi se me hicieron eternos mientras la multitud de personas me observaban muy serios, tanto los que me rodeaban como desde los balcones de las casas de alrededor. El guardián acabó su tremendo discuro, del que yo hacía un rato ya me había ausentado, diciendo que no deseaban que aparecieran fotos del lugar en internet o en google. Tras pedir unas cienmil disculpas, o quizás alguna más, pude marchar tembloroso del lugar, mirando de vez en cuando hacia atrás, no fuera que se me acercara un soldado de Alá, cimitarra en mano, buscando mi cuello.
Decidí no hacer más fotos ese día, y es que uno, que conoce alguna que otra técnica informática, de regreso al barco-casa, ya a salvo, pude recuperar con el ordenador, y de forma sencilla, los archivos borrados delante del guardián de la tumba de Jesucristo Superpolémico. Aquí os pongo la foto que mejor me quedó, una foto un poco mala por otra parte. Ya veis que el asunto es cuanto menos, ridículo.


El caso es que cuando me pasé por un cibercafé busqué en google fotos del lugar, y las encontré. No había muchas, pero alguna sí que había. Las hay hasta de la propia tumba, aunque lo cierto es que lo que yo vi no era igual a lo que estas fotos reflejan, lo habrán cambiado en los últimos tiempos.


Otro día marché caminando hasta el templo hinduista de Shankaracharya, dedicado a Shiva, del siglo XIII, erigido sobre el anterior datado en el siglo tercero antes de Youza Asouph, sobre una colina de Srinagar. En el arduo camino pude tomar unas estupendas fotos panorámicas de Srinagar y su lago Dal. Del templo no pude tomar fotos porque antes de llegar es obligatorio dejar toda pertenencia: cámaras, vídeos, móviles, cuchillos, ametralladoras. Y es que en la explanada del templo hay un cuartel del ejército para proteger el lugar de los violentos de Alá. El templo es realmente diminuto y dentro había un músico tocando la percusión en estado de trance. Penetré y sentí una sensación de malestar que me hizo huir del lugar (tampoco podía haber estado mucho más, el sitio es muy pequeño), aquel lugar está cargado de energía poco compatible para un no-iniciado como yo.


Cachemira es famosa por sus esplendoros jardines y parques, por lo que tras esta visita me cogí un autobus y me marché a 10 kilómetros a visitar los famosos y concurridísimos jardines de Nishat Bagh donde me deleité haciendo fotos al entorno y a los visitantes del lugar, muy feos en su mayoría.



A la vuelta a la casa-barco habían llegado nuevos inquilinos, un matrimonio de canadienses de Vancouver muy agradables, con los que hice buenas migas y vi varios partidos del mundial.
Kalim también les martirizó ofreciéndoles la consabida excursión a las montañas de Cachemira. Si íbamos los tres nos salía a cada uno por unos 50 euros al día. Yo volví a negarme, diciéndo que como mucho yo pagaba 30 euros al día. Pero Kalim me decía que eso era imposible porque había que alquilar caballos para nosotros y para la comida, las tiendas de campaña, los sacos y un largo etcétera. Pero su dura insistencia le delataba, si no sacara una enorme tajada de la excursión, no sería tan pesadísisisisisisimo.

Al día siguiente los canadienses hablaron con Kalim y este les prestó su barca para navegar en el lago y me ofrecieron unirme a ellos, a lo que yo acepté encantado. Pasamos más de tres horas remando por el lugar, contemplando la forma de vida de los lugareños, los cuales tienen tiendas en los barcos-casa, tanto para turistas como para ellos mismo. Queríamos ir al llamado jardín flotante, pero ni nos acercamos, estaba demasiado lejos para nuestros brazos inexpertos. El lago Dal está invadido por la vegetación subacuática y en muchos rincones, por la basura, y yo creo que esa invasión vegetal se debe en buena parte a los desechos humanos que alimentan su crecimiento. Navegando por el lago y tras abandonar las principales vías de comunicación, acabamos atrapados por la vegetación donde la barca no avanzaba. Yo que estaba en proa, me tuve que poner de pié para poder hacer más fuerza con el remo y lentísima y agotadoramente, pudimos ir saliendo del atolladero en el que nosotros mismos nos habíamos metido por aquello del espíritu aventurero.


El último día de mi estancia en Srinagar me tuve que cambiar de barco-casa al de al lado porque Kalim tenía reservada la suya desde hacía tiempo a unos alemanes. Resultó que fue a buscarles al aeropuerto y cuando llegaron a Srinagar pasaron de él y se fueron a otro que les había recomendado otro alemán. Mi nuevo barco casa era más grande pero mucho más destartalado que el de Kalim. El chico que lo llevaba, eso sí, era de lo más simpatico y esa noche me invitó a cenar con su familia, y de gratis.
 
Ese día por la mañana había preguntado por la situación social en el downtown y me dijeron que la cosa estaba ya más calmada, así que me cogí un autobus y por fin pude comprarme un reproductor de mp3 para llevar con más alegría el larguísimo trayecto que comenzaría al día siguiente, el que me llevaría al reino budista enclavado en un profundo valle entre el Karakorum y el Gran Himalaya, Ladakh.

7 comentarios:

  1. Ay, Juan, menuda escenita en la tumba de Jesús... te tengo que reprender por meterte con los pobres musulmanes. ¿No ves que en todas las partes del mundo en las que se encuentran tienen problemas? ¿Por qué todos los molestan tanto, a ellos precisamente, tan tolerantes, amigables, abiertos al futuro...?
    Ay, ay, ay...

    Por cierto, vaya pantorillas has echado!
    SaluZ!
    Maldo

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  2. Hola Juan. Veo que sigues tu periplo indio. Uff por un momento creí que te confiscaban la cámara. Andate atento por esos andurriales.
    Suerte.
    Dani
    PD. La semana que viene me voy a Palma a la expo de Juan Carlos. Nos tomaremos una San Miguel a tu salud. Adeu !

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  3. Preciosas fotos, Juanito, pero cuídate de discutir por hacer fotos prohibidas que hay mucho loco... Gracias por publicitar la miel del Sr. Antonio, te has ganado un bote para cuando vuelvas!
    Besos!
    María.

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  4. Menuda movida con lo de la tumba. El tendero ese que te dijo lo de las fotos es un guasón de lo más salao; hay cada bromista por ahí... Tenías que haber vuelto a su tienda, y colgar una caricatura de Mahoma en su puerta, que tengo entendido que son muy apreciadas por los musulmanes en todas partes.

    Saludos desde Catalonia.
    David.

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  5. Me pensaba que te habían comido los cachemiros, pues mira por donde has estado cerca, parece mentira tú que te has colado, saltando vallas, en el Valle de los Caídos y has salido sin un arañazo. Si Franco levantara la cabeza.
    Está claro que esa tumba está vacía y es falsa, sino para qué tanto ocultismo y misterio...
    El viejo barbudo y el de la tienda yo creo que era mortadelo disfrazado..
    Un saludo y sigue haciendo "afotos" feas y difíciles que son las que nos gustan.

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  6. Menos mal, habíamos empezado a preparar una expedición de rescate por falta de noticias. Ya te dije antes de salir de Castilla para ver mundo que no hay nada mejor para evitar problemas que llevarte un tricornio. Cuando el barbas ese se te puso tonto, tú tranquilamente sacas de tu mochila el tricornio y te lo encajas bien en la cabeza y allí no se oyen ni los pajaritos. Un tricornio es un tricornio en Cuenca y en Pernambuco. Da un poderío y una mala hostia que se te cagan toditos todos, el barbas el primero por vocero y asqueroso. Aún estas a tiempo, si quieres te mando un par. Cuídate Jota y no dejes que te den voces esos seres

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  7. en general que tenía un buen viaje a Srinagar,,,,,, bonitofotos

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