lunes, 14 de marzo de 2011

DE BORNEO A SULAWESI

Tras pasar por la aduana de salida de Malasia, un mero trámite, tuvimos que esperar un largo rato hasta que nos permitieron subir al barco camino de Nunukan, Indonesia. En ese rato, el muelle donde estábamos se llenó hasta abarrotarse de personas y sus numerosos y enormes bultos. Dado el pistoletazo de salida, la gente salió tumultuosa para coger el barco. Ania y yo lo tomamos con calma y nos fuimos dejando arrastrar por la marabunta ansiosa. No entiendo mucho del comportamiento humano: había sitio para todo y para todos.
Nos sentamos cómoda y calurosamente en los sitios que los amables indígenas nos habían reservado para nosotros a la llamada de "Mister, sit here".

 

Una vez en Nunukan, y tras sellar nuestros visados de entrada a Indonesia, nos hicieron pasar a la sala de aduanas. Al abrir mi mochila y comprobar el enorme, pesado y compacto tetris que es, el policia jefe se atragantó y me preguntó si llevaba alguna cosa rara. Le dije que todo era de lo más normal. Después me preguntó si llevaba medicinas, y lo mismo a Ania. Nos hizo pasar a su despacho y abrió mi caja observando minuciosamente y preguntándome qué era cada cosa: pastillas para la malaria, antibióticos, antiinflamatorios, píldoras para no irse por la patilla...  A continuación hizo lo propio con lo de Ania y todo acabó así: con la certeza de que éramos gente de lo más sana y que además queríamos continuar estándolo.

En la salida del puerto pregunté por un cajero, pero resultaba que el más cercano estaba realmente lejos, por lo que cambié 50 euros de mi colección privada a un cambista que llevaba un enorme fajo de billetes. A continuación pasamos por las taquillas de PELNI, la compañía indonesia de barcos, y compramos los billetes para Makassar ayudados por un amable chico que nos traducía del indonesio al inglés. Después se ofreció para acompañarnos hasta el enorme ferry que ya estaba en el puerto, y dentro del barco nos buscó sitio donde colocarnos. Para rematar la faena, nos pagó las colchonetas para descansar en blando. Ania no daba crédito al comportamiento altruista del muchacho, y yo le argumenté que no era la primera vez que me encontraba con gente tan estupenda en Indonesia. Mientras, el trasiego de personas y mercancías alrededor era tremendo.


Nuestro sitio estaba junto a una de las puertas que compartimentan las diferentes plantas y no lejos de las escaleras, por lo que siempre había una cierta corriente de aire que nos ayudó mucho a pasar sin grandes calores las dos noches que tendríamos por delante.
Junto a nosotros iban dos matrimonios de lo más simpáticos. En seguida que se asentaron, uno de ellos sacó una guitarra y se puso a tocar el estilo nacional: la canción melódica.
Cuando se viaja en la clase económica de los barcos se comparte espacio con decenas de personas, por lo que resulta de vital importancia colocarse junto a buenas gentes, preferentemente matrimonios con hijos. Eso hará que se pase una tranquila y agradable travesía, además de asegurar que nuestros enseres van a estar vigilados porque la madre siempre va a estar al cuidado de la chavalería allí mismo. Por cierto, los niños del sureste asiático siempre son tranquilos, muy simpáticos y nunca dan la lata.


En seguida que el barco se puso en marcha y todo el ajetreo se terminó, salimos a dar un paseo por cubierta. En la de babor nos encontramos con otros dos turistas, alemán y polaco, amigos de toda la vida. El alemán trabajaba en Kota Kinabalu dando clases de inglés y hablaba con soltura el indonesio. El polaco era fotógrafo profesional.

Por la noche dando un paseo vi que en el salón principal del barco había un concierto, así que bajé y avisé a Ania. En una de las mesas de la primera fila estaban los otros dos viajeros y nos sentamos con ellos y nos pedimos unas rocka-colas (la cerveza y el alcohol está prohibido en los barcos indonesios). La cantante del grupo vestía de lo más indecoroso para las maneras del país. En una de las canciones fue acercándose a algunas de las mesas para sacar a la gente a bailar y por supuesto, nosotros cuatro no tardamos en ser invitados a saltar a la pista.
Resultó divertido, pero el problema es cómo bailar unas canciones tan lentas y bobaliconas. Aún así, la cantante supo darle picante al momento e hizo ademanes de restregamiento en nuestros bodys, algo a lo que yo no supe cómo contestar.
Fue divertido y aún salimos a bailar alguna vez más, pues cada vez que se demandaba gente para animar el espectáculo, venían en busca de nosotros: éramos lo más exóticos.
Cuando la cantante terminó su repertorio comenzó la sesión "estrella por una noche", donde la gente salía a la pista, hablaba con el lider de la banda y a cantar se ha dicho. Lo malo es la poca imaginación del personal: las canciones más exitosas de indonesia son repetidas hasta el desfallecimiento.


 
El día siguiente en el barco fue relajado y entretenido. Había un par de chavales que andaban todo el día jugando a pelearse, y venían a vernos y a hacerse fotos.
Charlando con el alemán, un tipo muy amigable, nos contó que antes de comenzar a trabajar de profesor de inglés en Kota Kinabalu (en Borneo, Malasia) había pasado tres semanas aprendiendo indonesio con un profesor particular en Jakarta. Nos aseguró que es una lengua bonita y muy sencilla. El indonesio y el malayo son básicamente la misma lengua; los malayos entienden perfectamente a los indonesios, pero no al revés. Esto es porque los primeros, al hablar, contraen una buena parte de las palabras y frases, cosa que no hacen los indonesios.
El polaco por su parte, además de parecer un luchador de wrestling, era mucho más reservado, y cuándo le vi en la proa del barco con un completo equipo fotográfico profesional marca Kañón, le pregunté si estaba currando. Me respondió que sí, que era fotógrafo especializado en nubes. Y no me dijo más.
Pensé entonces que eso debía hacer yo: en lugar de hacer fotos a todo lo que se menea, suprema vulgaridad, debería especializarme en algo, como por ejemplo en fotografiar sólo arenilla, ventanas semicerradas o paredes descacarilladas. Me lo tengo que pensar.

 
 
                                               
Antes de llegar a Makassar, el barco hizo varias paradas a lo largo de la costa de Sulawesi. En cada ocasión era un espectáculo de los más llamativo la aparición de decenas de porteadores que, según abrían las puertas del barco, entraban corriendo para ser los primeros en transportar los más grandes y pesados bultos, y por ello ganar el mayor dinero posible. Como estábamos junto a una de las puertas que daban a las escaleras de acceso, el trajín allí era una de las cosas más sorprendentes y entretenidas del viaje. En la puerta se agolpaban decenas de porteadores con enormes cajas que, con sorprendente facilidad, traspasaban en un abrir y cerrar de ojos.

 
                                                   
El viaje transcurrió placentero entre paseos por cubierta, saludos a casi todos los pasajeros, charla con los otros viajeros y excursiones fotográficas con los dos chavalines. Por la tarde una noticia corrió como la pólvora por todo el barco: en Japón, un gigantesco terremoto y su posterior tsunami habían asolado el país. Todos nos preguntamos si el tsunami nos alcanzaría.

 
 
 
 
 
Esta foto la hizo el chavalín de la cresta
 
                                                  
Por la noche Ania y yo volvimos al salón a seguir disfrutando del concierto en vivo. Debimos llegar tarde y ya solo cantaban los intrépidos pasajeros, pero no todos lo hacían bien. Como no cantaba la sexy star de la noche anterior, nadie hizo por sacarnos a bailar. Por allí no vimos a nuestros amigos alemán y polaco, supongo que porque se lo habían pensado dos veces antes de asumir el riesgo (altísimo) de ser sacados a la pista.
Cuando a eso de las once de la noche el concierto terminó, todavía nos quedaba bebida, pero los miembros de la tripulación que allí estaban nos dijeron que tranquilos, misters, que nos podíamos quedar.
Estuvimos un rato largo charlando con el ingeniero jefe que nos contó que el tsunami nos había alcanzado, pero que tras atravesar el archipiélago de las Filipinas y bajar por el canal entre Borneo y Sulawesi apenas tuvo unos diez centímetros de alto. Imperceptible, vamos.

Después nos invitó a mostrarnos su estupendo camarote, un apartamento con salón, dormitorio y baño; tenía televisión, nevera, ordenador con internet ultralento, sillones, mesa... una maravilla. Su jornada comenzaba a las cuatro de la mañana revisando motores, canalizaciones y otros componentes, y terminaba sobre las diez de la mañana. Dormía la siesta mañanera y por la tarde aún le quedaba alguna nimia tarea que realizar. Trabajaba varios meses seguidos y luego permanecía otros tantos con su mujer e hijos. Podría tener a su familia con él, pero la educación de sus hijos se vería seriamente comprometida.
Nos invitó a beber un zumo de esas tierras y a fumar sus cigarrillos ultrafuertes que consumía sin parar. Intenté utilizar internet, pero no había conexión en ese momento. Mientras, en la tele pudimos ver las asombrosas imágenes del tsunami de Japón traspasando diques y arrastrando barcos, coches y casas.

El 12 de marzo sobre las tres de la tarde llegamos a Makassar, la capital de Sulawesi. Para Ania, que no había cogido barcos hasta entonces, la experiencia le encantó, ya que nunca pensó que navegar dos días en un barco abarrotado y durmiendo en tercera clase con la gente local, pudiera ser una experiencia tan divertida y enriquecedora.

 
 
                                                     
Caminando nos dirigimos hasta la zona de hoteles baratos de la ciudad, distante unos veinte minutos del puerto. Tras acomodarnos y descansar un rato salimos en busca de cena, cosa que encontramos junto al mar en una sucesión interminable de casetas que servían toda variedad de pescados. Para mi sorpresa, pudimos bebernos una cerveza que la chica del local fue a buscar a alguna tienda cercana. Eso sí, era bastante cara y estaba caliente. Pero uno ya está hecho a todo.
A la vuelta pasamos por una especie de centro de ocio bastante lujoso donde había, bajo un enorme techo, numerosos puestos de comida y bebidas para degustar en mesas comunes. En medio, un gran escenario con música en directo. Como era saturday night, estaba todo abarrotado y dejamos su degustación para el día siguiente.

 

El domingo estuvo casi todo el día lloviendo, por lo que la visita a la ciudad se redujo básicamente al fuerte holandés, primorosamente cuidado, con grandes murallas protectoras, jardines y una bonita colección de edificios en su interior. Durante nuestro paseo, toda la juventud que por allí estaba vino a saludarnos y a hacerse fotografías con dos tipos tan exóticos como la polaca y el español.
Cuando la lluvia arreciaba, nos pusimos a cubierto y allí estuvimos hablando con una profesora de inglés y sus alumnos que nos comentó que era de la insólita región de Tana Toraja, nuestro inmediato destino. Como no habíamos elegido ningún hotel en Rantepao (el centro neurálgico para la visita a esas tierras), nos recomendó ir al hotel de su abuelo. Nos intercambiamos correos electrónicos para estar en contacto.

 
 
 
 
 

Por la noche fuimos a tomar unas cervezas al centro de ocio, que por ser domingo estaba más tranquilo. La banda tocaba primorosamente canciones archiconocidas y al descanso del concierto, el lider de la banda, un señor de Bali que tocaba percusiones y piano, vino a saludarnos y se sentó con nosotros para charlar. Me preguntó que qué música me gustaba y yo le dije que a ver si tocaba algún mambito o algún chachachá para mover el skeleton. Así que cuando volvió al escenario me dedicó un bonito chachachá, que fue, por cierto, una de las mejores canciones de la velada.
Una vez finalizada la actuación volvió con nosotros a seguir charlando y le invitamos a una cerveza. El tipo venía de una familia de músicos y para salir adelante se había venido hasta Makassar donde había estado tocando en algunos hoteles de lujo, y desde que abrieron el centro, era el encargado de la animación musical.

El lunes, a eso de las diez de la mañana, cogimos un autobus que nos llevó a las tierras de Tana Toraja, en el centro de Sulawesi. La isla es básicamente montañosa y está cubierta de bosques. El camino era casi todo curvas y más curvas por unos paisajes espectaculares y a veces vertiginosos. Ania, que se ve que no está acostumbrada a viajes tan ajetreados, se mareó, mientras que yo disfruté de lo lindo. Cuestión de perspectivas y de estómagos.

La descripción de la increible cultura y tradiciones del pais de los Toraja, junto con nuestras aventuras en rincón tan lejano, bien merece un artículo y una buena colección de fotografías, por lo que te emplazo, amable lector, a la próxima entrega de esta inacabable saga.


8 comentarios:

  1. Pero hombre Juanjo, que oportunidad perdida. Después del baile en el barco, y ya metidos en harina, tenías que haberte marcado algún tema para la concurrencia; algo tipo “Seré tu chulo zorrón”, o “Mi Agüita Amarilla” en su defecto (en el improbable caso de que los músicos indonesios conozcan a los Toreros Muertos, aunque en este mundo globalizado nunca se sabe). Todavía me acuerdo del espectáculo (lamentable) que dimos hace muchos años en cierto garito de Huertas. Que tiempos ...

    En fin, otra vez será. Un saludo y hasta pronto.

    David.

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  2. Vaya David, pues no se me ocurriO hacer esas peticiones, tal era la emociOn que me envargaba. Pero no han sido los Unicos bailes que me he echado en los barcos: en las prOximas entregas relatarE mAs historias rItmicas.
    Saludos,
    j.

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  3. No puede ser que ya estés pensando en volver, necesitamos tus aventuras para salir de nuestra rutina. Propongo que cuando vuelvas te las inventes a mi no me importa, en tu próxima mediavuelta puedes llevarte un traje de flamenca y una guitarra, porque tienes cualidades de bailarín.
    Un saludo Donbenitense

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  4. Parece que te has librado por los pelos de un accidente aéreo,por ahí cerquita. "Este sábado 7 de mayo, se registró un accidente aéreo que dejó como resultado 25 muertos, al caer al mar un avión de transporte regional indonesio,de la compañía indonesia Merpati Nusantara, en el aeropuerto de Kaimana, una pequeña localidad de Papuasia Occidental"
    Cuidadín con Merpati Nusantara, tiene aviones de madera.
    Un saludo, ¿Tu vuelo es mañana, verdad?

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  5. Hola Emilio:
    Vaya no me habIa enterado de la noticia (llevo dIas sin conectarme a internete), pero el aviOn que cogI para ir al interior de PapUa era precisamente de Nusantara. Me he librado por los pelillos.
    Hoy 8 de mayo estoy volando de camino a Bangkok.
    Saludos desde el aeropuerto de Jakarta.

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  6. Caramba Juanjo, otra vez rozando el larguero… Creí que al final igual te quedabas algún día más en Papua con el profe de arte ese que te encontraste. En los próximos días en Bangkok, artículos a saco, ¿no? Menudo empacho de escribir te espera tío, ¡pero no escatimes detalles!

    Hasta pronto,

    David.

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  7. Hola Orofrog:
    Me hubiera gustado haberme quedado mAs en Papua pero se me acababa el visado. De hecho me he pasado por un dIa (no lo sabIa), pero la cosa estuvo muy bien porque visitE a la tribu de los hombres que vienen de los cocos. Me reunI con el jefe y buena parte de su pueblo y me estuvieron contando su cosmogonIa. Para finalizar me regalaron una especie de corona conmemorativa, de coco, por supuesto.
    MAs detalles en prOximas entregas de La Media Vuelta al Glob.

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  8. Hola Juan, supongo que tu lento regreso será más rápido que tu ida; pero no tengas prisas, por aquí no te pierdes gran cosa. Estamos ansiosos por leer tus últimos artículos y la entrevista!!
    No escatimes literatura ni fotos, que te lee mucha gente y quien sabe si a la vuelta de tu media vuelta te conviertes en un jorge Sanchez o un Javier Moro, o vaya Vd.a saber.
    Un abrazo. Dani.
    PD. En breve me voy al Africa austral (formato camión)Ya te contaré.

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