viernes, 26 de noviembre de 2010

UNOS DÍAS EN VIENTIANE, CAPITAL DE LAOS

Tras mi paso por la etílica y aventurera Vang Vieng, el siguiente destino natural era Vientiane, la capital de Laos.
El viaje en minibus para extranjeros tardó casi cuatro horas en cubrir el trayecto.
A diferencia de todos los demás lugares donde antes estuve en Laos, en la capital me costó mucho encontrar donde alojarme. Se ve que ya era la temporada alta. Los precios de alojamiento en Vientiane son como el doble que en el resto de Laos y la comida y bebida para el turista también andan multiplicados.

Casi todas las hospederías que visité en busca de una cama estaban llenas o en su defecto, eran muy caras. Finalmente di con una al que le quedaba una pequeña habitación interior en la planta baja. No era precisamente el mejor lugar del mundo, pero al menos era asequible y estaba limpia, si bien la primera noche sufrí lo mío pues, desprevenido, no fui consciente de que tenía como compañeros de posada a una furibunda familia de sedientos mosquitos.
Además, la dirección del negocio tenía ciertas tendencias tiránicas pues allí todo eran carteles con listas de prohibiciones, había que ir pagando día a día, y aunque el local contaba con internet, sólo estaba disponible entre las once de la mañana y las nueve de la noche, osea, cuando mayoritariamente los huéspedes están fuera.


Vientiane se encuentra en el centro del país limitado al oeste por un brazo del río Mekong. Al otro lado del cauce hay un largo, larguísimo islote de tierra, y tras el cual discurre el cauce principal del río, siendo ya Tailandia la otra orilla del Mekong.
En la capital vive el 10% de la población del país, algo más de 700.000 personas. De las capitales por donde he pasado, esta es, sin duda, la más apacible y tranquila, más aún que Phnom Penh, la de Camboya, pues en Vientiane hay muchas menos motos y las calles se pueden cruzar sin arriesgar la vida. Además y sorprendentemente, los vehículos paran cuando los semáforos se ponen en rojo.
Como no lo expliqué en los artículos anteriores, y siempre es bueno estar enterado de las cosas por si alguien os pregunta, así de sopetón, os cuento que durante la segunda guerra de Indochina, los norvietnamitas ocuparon y utilizaron la franja este de Laos, fronteriza con Vietnam, para aprovisionar desde ahí al ejército guerrillero del Vietcong en su lucha contra los estadounidenseses americanos. Por ello y como excusa, estos últimos bombardearon de forma sistemática y brutal la zonas más pobladas de Laos. Atención a los datos, espectaculares y siempre silenciados: los aviones de EEUU hicieron 584.000 misiones en territorio de Laos, y lanzaron más de 260 millones de bombas de racimo, en total más bombas que en toda Europa durante la Segunda Guerra Mundial, de forma que a cada habitante de Laos le correspondió (de media) más de media tonelada de explosivo. Los militares yanquis admitieron después que las órdenes eran claras: no había que distinguir entre civiles y militares y había que disparar a todo aquello que se moviera. El país quedó como un queso de gruyere y a día de hoy, la agricultura no se desarrolla debidamente porque el país sigue sembrado de bombas sin explotar y de minas.
Tras la entrada de los norvietnamitas en Saigón, el gobierno de Vietnam apoyó con dinero y armamento a la guerrila comunista de Laos, y esta, envalentonada, consiguió hacerse con el poder en 1975 acabando con la monarquía parlamentaria que había desde 1954, cuando los franceses abandonaron el país.
Con los años, el gobierno comunista relajó su catecismo económico y comenzó a alentar la propiedad privada y el libre mercado, pero ¡ay! se les olvidó lo de la democracia. En 1997 Estados Unidos levantó el embargo y desde 2004, son otra vez amiguitos.

Una vez dejadas mis pertenencias en la diminuta habitación y después de descansar un ratillo, fui a comer, y tras ello, paseé por las calles del centro y por la orilla del río Mekong hasta bien entrada la noche. La orilla del Mekong está ahora bastante desastrada pues están construyendo jardines y un paseo fluvial, pero parece que les cunde poco porque había leído que su finalización estaba prevista para septiembre de 2010. Enfrente del palacio presidencial, y sobre un gran pedestal, se alza la estatua del que debe ser un héroe laosiano de cuyo nombre e historia no conseguí enterarme. El señor de bronce, con sombrero platiforme, mira hacia Tailandia y mantiene el brazo derecho señalando aquel país mientras en la izquierda sostiene una espadaca, por lo que me da que se debió pegar lo suyo con los siameses en el pasado. La estatua es adorada por los vientiancheleños, pues cuando por allí pasé, muchos eran los que le ofrecían velas y rezos.
    

Al día siguiente, el 22 de noviembre, lunes para más señas, tenía intención de resolver varios trámites, pero todos me salieron como por la parte de atrás, hacia la mitad del body. Quería llevar mi reloj a reparar al servicio técnico, pues resulta que el día 8 de noviembre, a las 15h37, cuando andaba por las selvas del norte, el reloj se me paró de forma mística (sí, mística). Además, tenía que ir al consulado de Tailandia para hacerme el visado y poder permanecer en el país más de los 15 días que permiten cuando se entra por tierra. Para resolver todos estos problemones decidí desplazarme en bicicleta, pero cuando fui a alquilar una, me dijeron que tenía que depositar mi pasaporte como fianza, lo cual no era posible si quería hacerme el visado. Decidí por tanto hacer la ruta caminando.
Resultó que la tienda de relojes estaba en los bajos de un hotel de lujo no demasiado lejos y hasta allí que me fui en primer lugar. Estaba cerrado, también algunas tiendas más. Leñes.
Seguí hacia el consulado tailandés, ya más lejotes. Me guiaba por la anotación que había apuntado en mi mapa, tomando como referencia la dirección que aparecía en el traicionero plano de la ciudad que había colgado en una pared del lounge del guesthouse. Si en el lugar señalado estuvo alguna vez el consulado, nadie supo decírmelo, pues nadie me entendía. Finalmente me informaron que lo que yo andaba buscando no estaba allí, pero me indicaron cómo llegar. Después de otro larguísimo y sudoroso paseo llegué al consulado, pero con tanta ida y venida se me había hecho un poco tarde y se ve que ya no daban números para ese día. Un señor en la puerta, muy amable, intentó venderme un número como un favor especial, pero yo, poco amigo de estos contubernios, le dije que a lo mejor me daba por volver al día siguiente. Regresé echo un caldo a la posada, y allí me recompuse, enjugándome el sudor y atusándome la melena, para a continuación recuperarme con una cerveza y un almuerzo en un bonito y económico restaurante al aire libre, y al que regrasaría todos los días.
      

El martes, ya precavido, me pasé de nuevo por el alquiler de bicicletas y les ofrecí como prenda mi permiso internacional de circulación, un documento que bien podría haber canjeado por la bici si hubiera estado interesado en quedarme con ese armatoste incómodo y herrumbroso, porque no he llegado a utilizar nunca tal permiso, ni creo que lo haga.
Ya montado gracilmente sobre la bicicleta, me fui directamente hacia el consulado Tai, y aunque había bastantes personas, el funcionariado resultó eficiente y la cosa avanzó rápida. Sólo me quedaba recoger el visado al día siguiente y además sin coste alguno (señores de India: aprendan de sus vecinos de ojos achinados y voz de gato, ¡miau!).
Tras solventar el primer trámite, me acerqué hasta la estupa de Pha That Luang, el principal templo de Laos y símbolo nacional: grande, de tres pisos y dorado reluciente; muy bonito oiga. Delante de la estupa se encuentra otra estatua del señor con sombrero platifórmico, esta vez sentado y con la espadaca reposando sobre sus ancas, pero también mirando para Tailandia (igual es equivalente al madrileño dicho de poner/se mirando a Cuenca, cuyo significado nunca entendí ¿a qué se referirá?). Dentro del gran recinto-parque de Pha That Luang también hay un par de bonitos templos budistas en dorado y blanco con sus pinceladas de rojo. Uno de ellos tiene un amplia colección de budas dispuestos en diversas posiciones, todas decentes, e incluso están construyendo uno nuevo en cemento, gigantesco y recostado.
Después regresé por la avenida principal de Vientiane en la que hay un arco del triunfo, llamado Patuxai, bien grandote, y por qué no decirlo, bien feote, y aunque el arquitecto igual quiso hacerlo bonito, se ve que no pudo.
     

Más tarde me dirigí a la tienda de relojes y por fin la encontré abierta. Me explicaron que el día anterior había estado cerrado porque fue festivo. El arreglo, sin embargo, tardaría al menos tres días, y como eso me pareció inadmisible, el señor me recomendó que entonces fuera a una óptica donde también arreglan relojes. Y para allá que me fui, como no. Montado en la bicicleta llegué al lugar en un tris y allí me recibieron como a una estrella del Rock'n'Roll (bueno, más o menos): enseguida me recogieron el reloj para su inspección, me ofrecieron sentarme en el aclimatado local y me ofrecieron un muy suave y refrescante té. En cinco minutos el reloj salió funcionando del taller y el arreglo fue de gratis ¿qué más se puede pedir? pues que me hubieran dejado la corona del reloj perfectamente alineada como lo estaba cuando entró al taller.

Después de almorzar continué con la bicicleta por la orilla del río Mekong, transitando por la calzada de tierra repleta de baches y donde se agrupan pequeñas casuchas entre árboles y templos. Con la luz del día llegando a su fin, di la vuelta y devolví la bicicleta.
El mismo tipo de vehículo fue el que utilicé al día siguiente para ir a recoger el pasaporte con el visado de un mes para Tailandia, tras lo cual continué visitando la ciudad. Por la tarde y noche me dediqué en cuerpo y mente al blog, qué remedio.


El 25 de noviembre fue mi último día en Vientiane porque por la tarde saldría el autobus nocturno que me llevaría hasta Pakse, en el sur del país. Pero mientras llegaba la hora de partida visité lo que me quedaba de Vientiane, en primer lugar el mercado, rebosante de verduras, frutas, pescado y pollos ajusticiados.


Después visité el templo de Wat Si Saket, el más viejo del lugar. Dispone de un claustro donde hay centenares de budas, desde los más chiquitines, alojados en urnitas en la pared, hasta los de tamaño natural colocados en primer plano a dos niveles y vestidos con doradas telas. Los hay en perfecto estado, los hay desconchados, también unos pulcros y otros sucios, del color de la piedra, dorados o negros. Vamos, que hay donde elegir. Hasta hay un espacio enrejado donde se amontonan pedazos de budas que antaño debieron ser participes de alguna cuita y salieron perdiendo.
En el centro del patio se alza el bonito templo y cuyo interior, no fotografiable, está primorosamente pintado con escenas de vidas pasadas del señor buda.
     

Terminé mis días en Vientiane recorriendo las relativamente tranquilas calles de estilo colonial francés y sin perder ojo al espectáculo exótico que para mi sigue siendo ver pasar delante mío monjes con atuendos azafranados, mujeres con sombrero vietnamita tirando de un carro, o contemplar maravillado viejos modelos de vespas que sólo había visto en mi libro de la historia de tan perfecta motocicleta.
   

A las 19h30 pasó a recogerme un pickup que iba cargando a todos los viajeros con destino a la estación de autobuses. Ya en el autobus nocturno, me tocó dormir con un simpático italiano de un grupo de tres florentinos en una estrecha y corta litera superior, más diseñada para amoríos on-the-road que para alojar a dos viriles ejemplares descendientes del Sacro Imperio Romano.

EL SUEÑO ESMERALOIDE DEL BUDACA RECOSTADO (TÍTULO FACILÓN DONDE LOS HAYA,
PERO ES QUE HE TENIDO UN DÍA DE AÚPA)
(Fotografía digital postprocesada)
NO TE ASUSTES CHIQUITÍN, QUE SOLO ES UNA FOTO RARARRARA
(Fotografía digital postprocesada)

4 comentarios:

  1. Hola Juan, por fin te has puesto a escribir. Te noto perezoso en estos quehaceres (buena señal).
    La semana pasada estrenaron en BCN una peli-documental sobre la historia de Dharma; se llama "Asmita" y está muy conseguida. Ojalá puedas verla a tu vuelta. Mas cosas: si entras en el blog de Juan Carlos verás que ya anda por Sudamerica (creo que está en Perú) camino de la Antartida. Por cierto, se llevó mi libro de "Atrapados en el hielo". Perdona el rollo, pero tanto tiempo sin noticias tuyas se me hacía raro.
    Otra cosa: la reparación de tu peluco ¿gratis?. ¿que clase de reloj tienes? ¿un rolex? Cuidadin, cuidadin.
    Un abrazo y feliz navidad.
    Dani-Lleida

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  2. Hola Dani:
    Gracias por escribir, y no pidas perdón, que cuánto más me escribas más feliz me haces.
    Espero acordarme del film Asmita a la vuelta y conseguir verlo. Estaré muy interesado.
    Sigo más o menos los pasos de Juan Carlos a través del facebook con las notas que allí deja. Gran viaje el suyo: se las apaña muy bien, como sabemos. Un crack.
    Mi reloj es japonés, un Seiko, pero en el sitio eran muy amables y se ve que la reparación no debió ser más que abrir la caja y "darle a la manivela". Ya me pasó algo similar en Hanoi cuando fui a la tienda Olympus para ver si me podían limpiar el visor de la cámara que tenía un horrible pelo que lo atravesaba de lado a lado. También fueron cinco minutos y de gratis.

    Un abrazo para ti también y feliz navidad desde Georgetown, Malasia.

    juanj.

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  3. Hola Juanjito Merry Christmas y Happy New Year (es todo lo que me sé de inglés de mis años de estudiante de instituto cuando pretendían que cantara en los villancicos navideños y la profesora de inglés me echaba siempre del coro de castratis)
    Los que te arreglaron el reloj, no se atrevían a cobrar después de un arreglo en el que se habían cargado la corona,.., je,je, te va a durar dos días y seguramente entre agua, je,je,...
    Supongo que si no escribes es por falta de tiempo, y tú con lo sistemático que eres solamente habrás dejado de escribir por motivos alcoholiísticos o relacionados con chavalas o las dos cosas, ja,ja,...
    Un pedazo de besazo pal superJuanjo de parte de toda Extremadura y parte de Castilla León.
    Emilio

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  4. Vaya sitio tranquilo. El paseo en bicicleta no ha tenido desperdicio. Mola Vientiane. No me extraña que hayan colocado la estatua esa gigante del Buda tumbadote. No veo bien pero supongo que tendrá gafas de sol y un refresco gigante.
    Me alegro de leer el blog otra vez. Un abrazo fuerte
    América

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