lunes, 5 de julio de 2010

EL VALLE DE NUBRA

El 4 de julio, tras no haber dormido mucho y con el cuerpo todavía bastante dolorido, salí en mi Royal Enfield traicionera camino del Valle de Nubra.
La carretera norte de Leh se dirige de forma ininterrumpida hacia el paso de Kardung La, el más alto del planeta para vehículos, con 5.602 metros. Tras este, se abre el deslumbrante valle de Kardong que desemboca a su vez en el de Nubra.


Conociendo mis limitaciones como piloto de trail y el de la moto como máquina fiable, fui ascendiendo a ritmo lento pero agradable, disfrutando de la perspectivas del puerto entre las montañas nevadas.
El razonable buen firme de la carretera, en unos kilómetros se convirtió en pista de tierra y más tarde, en la línea de la nieve, en un lugar peligroso lleno de baches, agujeros, tierra, pedrolos, riachuelos y ríos.

Al llegar a Kardung La coincidí con un francés que había trabajado en Madrid un par de años y estuvimos charlando largamente entre forzadas bocanadas de aire, pues la falta de oxígeno se nota sin ningún género de dudas. El Kardong La es un lugar animadísimo puesto que hasta él llegan gentes en moto, bici, coche y bus. Un gran cartel celebra la altura del lugar y todo el mundo desea retratarse en tan magna aventura.


La bajada del puerto se convirtió en una difícil empresa, avanzaba lentamente dando saltos de piedra en piedra y de charco en charco. Tan lento iba que vi como me adelantaba una tortuga con muletas.

Todas mis precauciones no fueron suficientes, y una vez pasada la zona más comprometida, en una empinada y cerradísima curva de tierra, la rueda delantera patinó y me fui al suelo. No problem, iba tan despacio que salí indemne.
Sin embargo, más adelante y cuando se acercaba un camión del ejército, más tierra hizo que besara de nuevo el suelo. Del camión se bajaron varios soldados alarmados a los que tranquilicé con mi pronta incorporación. Con esta era la séptima y última caída de mi doncel y para celebrarlo, había roto el único espejo retrovisor que tenía. Con el pié recoloqué la barra de protección de la moto y me despedí de la soldadesca.
Más abajo, zona lacustre, paré en el puesto de control policial donde entregué una copia del permiso de entrada.

Continué a mi ritmo somnoliento mientras era adelantado de forma constante por camiones, coches y motos.
Llegué al valle de Karlong, una tierra árida donde el agua esculpe toda suerte de grietas, torrenteras y cañones en un terreno de origen glaciar compuesto de piedras sueltas, desde el más fino grano de arena hasta el pedrusco más contundente.
Si hasta entonces había circulado despacio pero tranquilo, aquí lo hice despacio pero asustado. No quería ni pensar en otro error de conducción en esta carretera que avanzaba por la montaña en una ininterrumpida sucesión de curvas con precipio, acompañado de tan deslumbrante escenario.


Tras el Kardung desemboqué en el valle de Nubra, un larguísmo valle a derecha y a izquierda, donde se pierde la vista sin ver su final. Un caudaloso río glacial recorre el fondo de este árido valle donde se despliegan todas las facetas del marrón y el gris.


Las montañas del primer plano se elevan más al norte en altos picos que trazan la frontera con Tibet. Avanzando hacia el noroeste por el valle, y tras llegar a su fondo, el horizonte se queda dividido en dos por una cadena montañosa. A la izquierda queda el valle de Diskit y a la derecha el de Sumur.
Me dirigí hacia Diskit atravesando una carretera rodeada de pequeñas dunas de arena gris. Luego la carretera ascendía dramáticamente el valle para más tarde bajar hasta la población capital del valle de Nubra.
Diskit estaba presidida por una enorme estatua en construcción del buda maitreya y por un monasterio situado en medio de la montaña.


Antes de bajarme de la moto vi a una de los hinchas argentinos del partido del día anterior. La saludé y resultó ser Alicia, española y argentina que me mostró el hotel donde estaba alojada y allí me quedé.
Alicia es viajera budista y tiene una conversación infinita. Estuvimos charlando sobre el camino de Santiago y sobre la tumba de Jesús el de Nazareth en Srinagar, lugar al que había ido y donde se había peleado, menuda es Alicia, y concluimos que las dificultades para visitar el lugar provienen del interés de la iglesia católica por alejar a curiosos y turistas con el fin de que no se conozca ni se hable de ello.
Alicia me pidió que la llevara al día siguiente con la moto a Sumur, pero le dije que no-es-que-no advirtiéndole del enorme peligro que para ella suponía su propuesta.


A la mañana siguiente me quería dirigir hacia el fondo del valle, pero antes me pasé por la única gasolinera de Nubra. Como no les quedaba gasolina (estas cosas pasan en el fin del mundo), decidí no arriesgar en quedarme sin combustible y decidí marchar al otro brazo del valle, donde se encuentra Sumur.
Deshice parte del trayecto del día anterior y me adentré camino del glaciar Siachen hasta el que no se puede llegar ni de lejos, pues es una zona militarizada por la diputa del lugar entre India y Pakistán.


Según iba avanzando con la moto notaba que el pié derecho cada vez iba más incómodo. La palanca del freno trasero se había desplazado hacia arriba hasta hacer que no supiera como poner el pié. Pateé la palanca hasta que la dejé en su sitio y continué. En otra parada vi que ahora la palanca iba demasiado baja y cuando intenté recolocarla, me quedé con ella en las manos. Ahora, además de no tener espejo retrovisor, tampoco tenía freno trasero.
Atravesé Sumur y continué hasta Panamik, supuesta aldea donde apenas se ve alguna casa y algún guesthouse rodeado del verde intenso de árboles y cultivos con las montañas, marrones y nevadas de los alrededores. Allí unos niños jugaban en la carretera haciendo piruetas y saluban a todo vehículo que pasaba.


Regresé a Sumur y paré un rato para ver el pintoresco espectáculos de los locales engalanados. Era fiesta y luego me enteré que era la más importante de todo el año en el valle de Nubra. Mi idea para ese día era quedarme a dormir en Sumur, pero el hotel que encontré me dio un precio poco convincente y decidí que descansaría en otro lugar. Como veía que la gente se iba marchando y además no podía llegar con la moto hasta el monasterio, me paré sólo un rato y paseé por la calle y la gompa mientras fotografiaba al paisanaje.


Tras esta visita me di la vuelta, salí del valle de Nubra y ascendí hasta la villa de Kardong donde busqué aposento en un guesthouse donde tuve una enorme, humilde y preciosa habitación de grandes ventanales para mi solito. El lugar estaba atendido por el hijo de los dueños, los cuales habían marchado por dos días a la gran fiesta de Sumur. El chico me contó que estudiaba biología en Jammú gracias al dinero que su familia conseguía del guesthouse.


Con él paseé por el bonito pueblo que estaba practicamente vacío puesto que la gente estaba en Sumur. Quedé con él en que le mandaría las fotos que le había hecho, pero he perdido su e-mail, si alguno lo sabéis, escribidme.
El precio de la habitación incluía la cena. Tras preguntarme qué quería, pedí arroz dhal, puesto que cualquier otra cosa no era posible.


A la mañana siguiente y tras un reparador descanso y un desayuno también a cargo del presupuesto de la habitación, reanudé camino de vuelta a Leh. Las nubes cubrían el trayecto hasta el Kardung La y avanzando, la nieve hizo acto de presencia. También el frío se hacía más intenso, pero nada que no pudiera soportar mi encallecido cuerpo.

Tras pasar el puerto la carretera estaba atascada con todoterrenos, minibuses y camiones del ejército en ambos sentidos. Todos ellos andaban jugando al tetris al borde del precipicio. Siguiendo las indicaciones de algún experto en tráfico extremo, acabé bloqueado entre la pared de afilada roca y la enorme rueda de un camión militar. No sé como, pero salí de allí.


El regreso a Leh transcurrió sin sobresaltos. Gracias a que en India todos los vehículos pitan constantemente, no eché en falta el retrovisor, y como iba bien despacito, ni me acordé que me faltaba el freno trasero. Además llevaba el pié asentado de la forma más cómoda. Eso sí, al devolver la moto tuve que dar explicaciones y pagar un sobreprecio por los desperfectos sufridos.


El resto del día lo dediqué a descansar y reponerme de mis magulladuras, y ya de madrugada me vi el partido Holanda - Uruguay en la terraza de un restaurante. No, yo tampoco sabía que era tan futbolero.

5 comentarios:

  1. juan, juan, que le heches un poco mas de sal a tus comentarios, le falta la pasion del viajero..

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  2. Querido anónimo, muchas gracias por tu sugerencia, la tendré muy en cuenta, pero me resulta difícil ser sublime sin interrupción.

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  3. Hola Juanjo, a mí me gustas asín: sobrio y elegante, sin malgastar tus palabras.
    Un saludo.
    PD: recuerdo que tú eres mas biciclista que motorista.

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  4. Hola Jota, yo no digo nada que luego me borran los comentarios, que sepáis que yo no tengo la culpa de que la gente no sepa como coger un remo. Mil ósculos

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  5. Hola Juan,
    en 2009 salí de Shimla (Himachal Pradesh)cruzando el kinnaur, spiti valley, tanglang la (ladakh) hasta Leh (1000 km en bicicleta) quedé enamorado de la zona y tengo la idea para el 2011 de llegar a leh introducirme en Nubra e intetar cruzar al Pakistan desde Nubra hasta Skardu (Pakistan) crees que hay posibilidades de llegar a Pakistan desde Nubra?
    http://petitdru.blogspot.com/
    e-mail: lato.joan@gmail.com

    salu2

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