martes, 3 de agosto de 2010

DE LEH A MANALI, DE MANALI A AMRITSAR (A LO LOCO)

Permanecí un par de días más en Leh ya que el agradable clima del lugar me motivaba a apurar aún un poquito más la maravillosa tierra de Ladakh. En esos días trabajé intensamente en el blog e incluso pude hasta conectarme a internet, cosa que antes de marchar a las enseñanzas era casi imposible porque siempre estaba cortada la comunicación, que los cachemiros son unos intrigantes.

Me encontré por Leh a Sarah, la mujer que había conocido en Pokhara y que al igual que Alicia, encuentra más estimulante estar fuera de su tierra. Cené con ella mi última noche completa en Leh y le comenté que seguramente iría a las islas Andaman para desde allí saltar a Tailandia. Me dijo que igual nos volvíamos a encontrar en tan remoto archipiélago ¿me estaría persiguiendo? me pregunté.



Finalmente compré un billete para marchar a Manali por Rohtang La, la carretera que hasta algo más de un mes atrás había estado cerrada por la nieve y su mal estado. El billete no fue nada barato, pues este es un trayecto que realizan sobre todo los turistas a los que parece que no les importa demasiado arriesgar la vida, que en vacaciones todo está permitido, incluso perderla.

El 30 de julio a las 23h45 partí en un minibus marca Force de muy dura estructura e incómodos y estrechos asientos. Al volante iba un espigado ladakhi amante de los rallyes el cual, quizás, nunca se fijó que en esta competición se corre en circuito cerrado yno se adelanta. El ladakhi iba acompañado de un sikh grandote y tranquilo (como es esta gente) para turnarse en la conducción, pero el primero casi nunca permitió que el otro le echara un cable, que casi veinte horas al volante no es tiempo para que un auténtico campeón se canse.
En el vehículo íbamos franceses, británicos, un japonés y un indio.
Nuestro conductor escupió unas cuantas veces y arrancó el vehículo con frenesí. Los primeros 30 o 40 kilómetros eran de asfalto, pero ya los adelantamientos eran espectaculares, el tipo tenía una cinta métrica en la cabeza, pues el más mínimo hueco donde podía colarse era bueno, ya viniera en sentido contrario moto, coche o camión.
Este primer tramo yo lo conocía al haberlo hecho en moto, así que pude disfrutar de la belleza de la noche y de los monasterios sobre las peñas, mientras el minibus tomaba las curvas al límite de su estabilidad. Qué bien conoce este tipo su vehículo, pensaba yo, sabe discernir de forma automática la ecuación peso del vehículo, ángulo de curvatura, velocidad lineal, fuerza centrífuga y fuerza centrípeta.
Cuando se acabó el asfalto y entramos en la pista de piedras la velocidad apenas disminuyó. Dando enormes trompicones, íbamos adelantando a otros minibuses que hacían el mismo recorrido, tanto fuera por la derecha (correcto) como por la izquierda (no tan correcto). Los precipicios se iban abriendo a uno y a otro lado de la carretera, las ruedas de nuestro minibus se agarraban como garrapatas a sus bordes.
No sé cómo, pero me quedé dormido y a la mañana siguiente me comentaron que cuando yo descansaba habíamos pasado por los lugares más vertiginosos y que todos creyeron que no lo contarían.
Por el día temprano paramos en un valle para echar un pis y allí hablando con los franceses les dije que yo siempre tengo en cuenta que el conductor tiene intención de volver a su casa, pero en este caso no lo tenía tan seguro.


Al poco de reanudada la marcha tuvimos que parar porque había que atravesar un río y un coche se había quedado atascado en medio del cauce. Se trataba de un Toyota 4x4 modelo monovolumen pijo de los que yo había visto muchos cruzando los puertos de Ladakh. Muy bonito, pero es demasiado bajo para meterse en tan duras faenas.
Nosotros no tuvimos ningún problema para pasar. Un par de escupitajos por parte del conductor y tremendo acelerón, casi lo atravesamos volando.


Continuaron los adelantamientos vertiginosos a todo vehículo y en toda circunstancia. Todos nos mirábamos como diciendo, no he hecho el testamento, pero ya no me da tiempo.
Un pasajero italiano algo mayorcete se pasó todo el viaje reclinado en su asiento mareado y descompuesto, ayudado por su mujer, que se vé que era de constitución más sólida.
En este tramo del camino pude ver algunos camiones que se habían despeñado, unos estaban más enteros (los que habían caido menos) y otros no eran más que un amasijo de hierros.

A toda velocidad pasamos por la, supongo, bella localidad montañosa de Keylong, en un paisaje parecido al de la carretera de Cachemira a Ladakh. No pude hacer ninguna foto porque la velocidad y los botes de nuestro vehículo me lo impidieron. En este pueblecito es habitual hacer una noche de descanso en el trayecto Leh a Manali cuando se elige un transporte más tranquilo.
Volvimos a parar en la confluencia de la carretera con la que lleva al valle de Spiti, otra zona budista tibetana, pero ya en Himachal Pradesh, buena alternativa a Ladakh.
A partir de ese punto se iniciaba la subida al Rohtang La (3.978m) que da paso al valle de Kullu, donde está Manali y donde el clima cambia de semidesértico a continuamente lluvioso, pues ya es la cara sur del Himalaya.
Si hasta entonces la carretera había sido mala, aquí ya era ultrapeor, todo roto. Pero para desesperación de nuestro nervioso conductor y sus gapos (escupía por la ventana de forma constante como si utilizara este método para contar el tiempo) el tráfico allí estaba retenido y lo estuvo durante algunas horas, donde sólo avanzábamos pocos metros cada vez.
Envueltos primero en la niebla y luego en la lluvia y el frío, el intenso tráfico veraniego en este punto nos hizo perder todo el tiempo ganado en nuestra intensa carrera.


Una vez pasado el Rohtang La, nuestro conductor quiso recuperar el tiempo perdido y se enfrascó de nuevo en suicidas adelantamientos entre la niebla en el que afortunadamente, sólo podíamos ver el perfil de la carretera con el precipicio.
Extrañamente indemnes llegamos a las siete de la tarde del 31 de julio a Manali. Allí Rob, inglés, me dijo que si no me importaba que fuera conmigo, pues yo en el camino había mostrado mi profundo conocimiento del valle y de Manali. No me importó y juntos nos fuimos a Manu Guesthouse, donde ya había estado yo en la primera ocasión. Allí me encontré con Andreas, mi colega guía de montaña austriaco que había conocido mes y medio antes en el mismo lugar. Me alegré de verlo y creo que él se alegró aún más, pues debía estar muy aburrido en el lugar.
Los tres nos fuimos a cenar y estuvimos de charla, aunque yo me perdía con la conversación de Rob que hablaba más rápido de lo que mi neurona y media podía administrar. Le seguía Andreas, aunque después me dijo que el inglés hablaba muy deprisa y que era dificil conversar con él.
Después nos fuimos a una jam session en un bar terraza y allí entre volutas de humo cannábico nos tomamos más cervezas de las que nos cabían en el cuerpo: solo fueron dos, pero es que aquí las botellas son de 660 ml y además es tirando a mala.
A la mañana siguiente Rob se marchó sin más, era un tipo algo raro. También se acabó marchando Andreas, al que yo hacía en Ladakh subiendo picos de seismil metros, pero resultaba que por medio de una agencia de aventuras de su país, había conseguido un grupo de turistas montañeros y se iba como guía a hacer trekking al valle de Spiti.
Pasé cuatro días en Manali básicamente encerrado preparando el blog y saliendo a la atmósfera exterior para subir los contenidos y comer. Alicia me había dicho que podría escribir el blog tan ricamente en Amritsar pero el clima en Manali es ideal para la labor de escritor: hace fresquito y llueve a cada rato, por lo que permanecer en la habitación es una agradable opción. Además, frente a Ladakh, aquí casi siempre hay electricidad e internet, y a un precio razonable.


Ya con la conciencia intranquila por tanto tiempo invertido en el Himalaya, el 4 de agosto partí camino de Amritsar, en el Punjab. Me habían aconsejado que hiciera el trayecto en dos tramos y en autobus de lujo: Manali - Chandigarh, noche, Chandigarh - Amritsar. Pero sucedían dos cosas, por mi experiencia en India no existe transporte público de lujo aparte del cartel que pomposamente exhiben dichos vehículos, y en Chandigarh me robaron la cámara y el iPod y le tengo gato.
Por ello decidí hacer el trayecto del tirón y en autobus tipo urbano. A las 13h30, media hora antes de lo que ponía el billete, partió el autobús (menos mal que fui con tiempo).
En Kullu cambié de bus y ya de seguido fui hasta Amritsar. Al principio el autobus iba hasta los topes, con gente de pié, pero eran los pasajeros propiamente urbanos, pues luego al ir saliendo del valle de Kullu ya nos quedamos unas diez personas, todos indios menos uno, que era yo. Estuvimos completamente parados durante tres o cuatro horas en una zona de barrancos con el caudaloso río a nuestros piés y con la rueda a cinco centímetros del borde porque debían pasar camiones del ejército y ambulancias, pues se habían desprendido rocas en la carretera e igual hasta había algo o alguien debajo de ellas.


Tremendamente incómodo pasé la noche en los duros asientos donde además, como es habitual, no me cabían las piernas, mientras el conductor circulaba sin descanso y fuera llovía a raudales. Finalmente me acabé tumbando en una hilera de asientos y allí pude relajarme ya entrando el día. Dormido estaba cuando sentí un catacroker en la parte trasera del autobus. Paró el vehículo y como vi que todo el mundo salía, también me uní yo a la fiesta medio sonámbulo. Un jeep Mahindra había chocado contra el autobus. Había agujereado un área de unos treinta centímetros cuadrados del parachoques de hierro del bus, pero el jeep se había quedado hecho añicos con toda la parte delantera aplastada y chorreante.
La cosa se resolvió en quince minutos y continuamos camino llegando a la estación de autobuses de Amritsar como a las 8 de la mañana, 18 horas y media después de haber salido de Manali.


Allí me cogí bicitaxi camino del Templo Dorado, el lugar santo de los Sikh o Sij, donde dan alojamiento y comida gratis a todo aquel que va, sin importar creencia, raza o condición.

3 comentarios:

  1. Namaste,, la bicitaxi se lama rickhsaw, el arrorz dal, es arroy y dhal, ya que el dhal son las lentejas, escrito en hindi seria dhal bhat,y gueshouse se escribe, guest house.
    jule!!!!!

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  2. Graciasn a tua años de pasajero en los Techos(Oscar Tejado)-Coches, ahora no te arrugas con ningún conductor aspirante a suicida.Gracias Techos por tus enseñanzas aquellos locos años.JA,JA,JA...
    Un saludo

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  3. Si se queda la plaza de conductor libre, coméntaselo al Techos-Tío-Corre, que le cogen seguro, fijo. Lo malo que no escupe, pero diles que si vale lo mismo meterse el dedo hasta el cerebro por la tocha, tienen un candidato estupendo y fiable. Lleten

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