domingo, 18 de abril de 2010

TIBET III (EL EVEREST DE LEJOS)

5 de abril. Tras desayunar rápidamente nos marchamos hacia el Campo Base del Everest. Hacía un frío importante, el guía nos dijo que esa noche se había llegado a los -25º.
Nuestra idea era que al haber adelantado un día nuestra llegada al Rombouk, pasar allí dos noches para poder hacer algún trekking por el lugar.



La entrada al campo base se alcanza tras unos 5 kilómetros de pista que hicimos en el todoterreno.
Allí hay un destacamento militar y una tienda grande de campaña nos pidieron los pasaportes y los permisos para estar allí, junto con los de estar en el Tibet. Tras lo cual nos dejaron vía libre para seguir, pero sólo hasta una pequeña colina coronada con banderas de oración que actúa de mirador sobre el Everest y su valle.
De allí no se podía pasar, so pago de 100 dólares. Lo cierto es que no acabamos sabiendo si pagando ese dinero se podía traspasar ese lugar, o es que sencillamente, si te pasabas te multaban.
Finalmente resultaba que la tan cacareada visita al Campo Base del Everest no es tal, es sólo hasta la entrada que da acceso al campo base.


El caso es que nos tuvimos que conformar con la visión del Everest desde ese lugar, donde además corría un viento que unido a los quizás -15ºC hacían dificil permanecer allí mucho tiempo. Tras media hora, dimos la vuelta y bajamos de nuevo al destacamento militar. Cogimos el todoterreno y volvimos al hospedaje del Rombouk.

Una vez allí le dijimos a nuestro guía que no queríamos pasar otra noche allí, puesto que no había nada que hacer, o más bien, no nos dejaban hacer nada. El guía nos dijo que tendría que consultarlo con su jefe, el dueño de la agencia tibetana, subcontratada por la agencia nepalesa.
Volvimos por el camino del día anterior, otra vez espectacular. Antes de llegar a la ciudad de Thingri se abrió un enorme valle donde pudimos contemplar toda la línea del Himalaya, con el Everest, el ChoOyu, quizás el Lhotse y quizás el Makalu.

En el camino iba Juan Carlos hablando por teléfono con Subash, de la agencia nepalesa y con el de la tibetana, para que aceptaran cambiar nuestros planes, pero el tibetano no quería porque eso le haría perder el dinero de una noche en el Tibet. Nuestra idea era parar ese día en Zhambuk, ya junto a la frontera, y utilizar la noche sobrante para estar pasarla en Nepal, a cuenta de la excursión.


Comimos en Thingri y allí Juan Carlos discutió fuertemente con el de la agencia tibetana. Juan Carlos le amenazó con denunciar el incumplimiento del contrato que suponía no haber subido al castillo de Gyantsé, no haber ido al monasterio de Sakya y haber pasado una noche en un hotel en construcción, todo ello a sabiendas para sacarse más beneficio del que ya supone este tipo de excursiones. Juan Carlos es un gran luchador, parece poder salirse siempre con la suya, y finalmente lo consiguió. El tibetano aceptó a regañadientes los duros argumentos que le planteaba Juan Carlos, el cual ya tenía previsto poner una denuncia en la oficina de turismo de Zhambuk.
Continuamos viaje y pasamos por el alto de Lalung-la (5124 metros), donde paramos para maravillarnos del Himalaya, que por cierto en el Tibet es menos espectacular que en Nepal porque el desnivel desde el lado tibetano es 2000 o 3000 metros menos que desde el lado nepalés.

A partir de ese momento empezamos a descender hacia la frontera con Nepal introduciéndonos en un profundísimo valle rodeados de altas y heladas montañas. La carretera empezó a ponerse peligrosa porque cada vez había más piedras caídas desde las laderas. En un punto encontramos un enorme bloque desprendido que cortaba el sentido contrario.


El río de aquel valle corría en un profundo abismo y de repente, tuvimos que parar. Estaban arreglando la carretera y no se podía pasar de momento. En el lugar había maquinaria y tiendas donde comían y vivían los trabajadores de la carretera. Oímos una explosión. Estaban dinamitando la montaña en los trabajos de acondicionamiento. Cuando nos tocó el turno de pasar tuvimos que hacerlo de forma sincronizada en el momento en que no caían piedras debidas a la dinamita. A partir de ese tramo el asfalto desaparecía, y continuamos durante unos kilómetros por la pista de tierra dando botes y procurando no caer al abismo que se abría a nuestra derecha.


Finalmente llegamos a Zhambouk, una espantosa ciudad colgada de las curvas de la Carretera de la Amistad, sucia y polvorienta, llena de tráfico de camiones, coches y todoterrenos y de todos su claxones sonando al unísono.
Nos acomodamos en nuestro hotel y finalmente marchamos a comer a un restaurante frecuentado por las expediciones himalayistas, según se veía por las banderas y anotaciones en los tablones de visitas. Además, estaba adornado por multitud de objetos antiguos de montaña. En este lugar Juan Carlos escribió una carta, que firmamos todos, diciendo que nuestro guía y el conductor habían hecho una gran labor y que estábamos muy contentos con ellos. Y es que el dueño de la agencia tibetana acusaba al guía de no haber hecho bien su trabajo para exculparse a sí mismo de tanta gañanería.
Brindamos por nuestra estupenda aunque algo accidentada estancia en el Tibet que acabaría a la mañana siguiente.

6 comentarios:

  1. Pedazo de montañas!!!, arrímate a una expedición o algo que haya por ahí haciendote pasar por montañero profesional lo mismo funciona y te ahorras algún permiso, esos señores en cuanto te descuidas quieren que les arrimes 100 dolares, así nohay quien salga de casa.
    Menos mal que llevais un negociador, si no os llevan de visita turística a todos los vertederos de la zona.
    Están las carreteras como para tomarse unos vinos,ahí no hacen falta los controles de alcolemía,todo conductor borrachuzo se despeña antes.
    Saludos Donbenitenses

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  2. Por cierto me ha llegado la postalita que me mandaste,muchas gracias, me estoy empezando a creer que andas por esos inhóspitos...
    Ya he visto que sabes chino(España=西班牙) así que me despido:问候 (un saludo)
    COMO MOLA EL TRADUCTOR DE GOOGLE

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  3. Emilio Piñeiro es como tu sombra, tienes mucha suerte de tener un seguidor tan apasionado ¿dónde lo has encontrado?
    besos
    tu prima charo

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  4. Emilio Piñeiro no existe Soy Juanjo, que me contesto a mí mismo para sentirme más leído.
    SDaludos Donbenitenses

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  5. Yo también soy Juanjo, todos somos Juanjo. Oye Juanjo, que soy yo, por cierto, unas preguntas. ¿Hay señales de tráfico?, ¿Los chinos de allí también venden rosas?, ¿Has visto alguna vez a un hombre desnudo? Cuídate

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  6. Hola Kojijuanjo, yo también soy Juanjo. SÍ a todo. Pero no venden rosas, venden ´losas´.

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