viernes, 26 de marzo de 2010

LA MURALLA CHINA Y EL PALACIO DE VERANO

El miercoles fuimos a la muralla china, pero a la que sale en las postales, fuimos a Samatai, un lugar más lejano de Pekín y menos turístico.

Salimos tarde del hostel y tuvimos que coger un taxi. Como era hora punta el taxi tardó bastante en llegar a la estación, pero nos fuimos directos a nuestro autobus, el 980 a Miyun. Antes de entrar una mujer nos abordó y nos ofreció llevarnos en coche, pero le dijimos que nones. Esta mujer también subió al autobus. Después de una hora de trayecto, la mujer se nos acercó y nos dijo que esta era nuestra parada. Nosotros que andábamos adormilados nos bajamos a la espera de coger el minibus que nos llevara a Samatai. Resultó que allí no había ningún minibus, un hombre nos ofrecía llevarnos en su coche hasta Samatai. La mentirosa estaba a su lado y ambos nos intentaban explicar el trayecto. Nos enfadamos bastante pero afortunadamente el 980 pasa cada minutos, así que volvimos a montar para llegar al final del trayecto. Una vez en la estación de autobuses ya no había minibus porque habíamos llegado 20 minutos después de su partida, por lo que tuvimos que coger un minibus privado que nos llevó hasta Samatai.


En Samatai Rodri se dio cuenta que había perdido su móvil y habló con el conductor que nos había traído por si estaba en su vehículo, pero no hubo suerte.

La muralla China es casi un absurdo, se extiende por una zona montañosa y está construido por la línea de la cresta de la montaña, su recorrido resulta agotador puesto que es lo mismo que caminar por la montaña, la inclinación en muchos puntos es tremenda y muchos turistas de los que andaban por allí sufrían de vértigo e iban agarrados a sus compañeros para no desfallecer. El paisaje resultaba espectacular y el clima bastante frío. La pena es que al no haber entrado todavía la primavera, los árboles están sin hojas y todo el paisaje presenta un color marrón. Una china se nos acercó al principio de la ruta para ofrecernos guías y postales y aunque le dijimos que no, nos estuvo acompañando las casi tres horas que dura el trayecto de ida y vuelta.

Al final del recorrido nos encontramos con nuestros amigos argentinos, Nicolás y María, que también habían sido engañados a la hora de llegar a Samatai y por eso andaban por allí tan tarde. Lo bueno era que estabamos solos nosotros (más la china que nos acompañaba sin descanso y que sale en muchas de las fotos que hacía, estaba siempre en medio).

Juntos bajamos de la muralla y cuando llegamos a la salida del recinto, el conductor que nos había traído le dijo a Rodri que el móvil estaba en la estación de autobuses de Miyun por lo que se fue con él a recuperarlo y yo me quedé con los argentinos para coger el autobus. Mientras que esperábamos, se nos acercó un conductor asegurándonos que nunca llegaría el autobus y que él nos llevaría por un precio muy razonable (para él). Por supuesto, a la hora prevista llegó el autobus y nos marchamos hacia Miyun. Allí nos encontramos con Rodri que había recuperado su móvil tras un sin fín de percipecias que están relatadas en su blog (ver sección webs amigas).
Ya todos juntos volvimos a Pekín a las 19 horas, donde la ciudad nos recibió con un frío intenso (alrededor de 0º). Nos despedimos de nuestros amigos argentinos y nos volvimos hacia el hostel.

En el hostel descansamos y yo además estuve en contacto con Juan Carlos para quedar para la compra de los billetes de tren para el Tibel. Después de un rato, salimos a buscar algo para cenar puesto que no habíamos comido nada en todo el día. Afortunadamente dimos con un restaurante en un hutong muy cercano en el que comimos muy bien y por poco dinero.
A la salida del restaurante empezó a llover y en seguida nos refugiamos en el hostel a la espera de un nuevo día.

El jueves 25 decidimos ir a visitar el palacio de verano de los emperadores de China. Está a 12 kilómetros del centro de Pekín y se puede llegar en metro. El metro de Pekín presenta un aspecto impecable con suelos muy brillantes y control de metales en cada estación. Los vagones son muy nuevos y explican claramente mediante paneles luminosos donde estás y a dónde te diriges, tanto en Chino como en inglés, por lo que resulta muy sencillo desplazarse en este medio. Como curiosidad, en ciertos puntos de los túneles, los vagones lanzan imágenes a las paredes del túnel con publicidad, maldita publicidad.
El palacio de verano es un gigantesco parque con un enorme lago en su centro. Se trata de un conjunto de edificios integrados en la naturaleza del parque en el que se mezclan rocas, árboles y edificos de forma muy armoniosa y bella. El lugar estaba plagado de turistas chinos, muchos de ellos vistiendo gorras del mismo color para no perderse de su grupo. La excursión nos llevó algo más de tres horas, y después de este tiempo decidimos ir a visitra el Templo del Lama, pero cuando llegamos eran ya las 16h30 y el templo había cerrado.

Nos pusimos a caminar y dirigirnos lentamente por las enormes calles de Pekín hacia el mercado de alimentos raros donde llegamos ya casi anocheciendo. Allí probamos varias esquisiteces chinas como las patas de calamar (esto es también muy español) y los escorpiones, además de pequeñas hamburguesas de contenido desconocido. Continuamos caminando y llegamos a un típico mercado nocturno para turistas donde venden todo tipo de artículos típicos como máscaras, budas, campanillas y miles de cosas más.

Caminando caminando resegramos al hostel sobre las 21 horas.

4 comentarios:

  1. Qué mentirosos los chinos!!
    Os quería raptar y robar los órganos, fijo.Os vieron bien dotados!!!
    Saludos chinescos.

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  2. Oh! pobres escorpiones y caballitos..

    Creo que va a ser frecuente en el viaje el intento de engaño ;-)
    Pero eso ya lo sabes.

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  3. Sobre la historia de mi móvil al final no cuento nada... es que solo de recordarlo me hierve la sangre...

    recordad chicos, no os jugeis nada a los chinos con los chinos! :)

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  4. El chino tampoco es tan difícil, pronuncia mucho la ele.Si te hablan en inglés pronuncia la wurowor y si es en francés diles que eres amigo de FranÇois Martineau
    Un abrazo

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