lunes, 1 de marzo de 2010

PASEO ACELERADO POR BERLÍN Y ALTA TENSIÓN EN EL TREN A KIEV

Esta mañana la dediqué a visitar Berlín de forma frenética. Desayuné con Stefan y con Danny, y Stefan me hizo un itinerario para una mañana por la ciudad. Lo primero que hice fue ir a la estación central de Berlín, donde partía mi tren. Saqué de una máquina expendedora mi billete Berlín-Kiev y dejé en consigna mi pesada mochila (sí, finalmente pesa demasiado, parezco Obelix con un menhir de nylon). Por cierto, dejar en consigna un bulto gordo son 6 euros.

Hacía un tiempo perruno: frío y lluvia, aunque lo cierto es que no me di cuenta del frío que tenía hasta que intenté hacerme fotos a mí mismo y comprobé que mis manos no me respondían, y que sufría calambres en los antebrazos y en las manos al intentar hacer algo con ellas.
Básicamanente, dedique las casi tres horas que disponía en recorrer la avenida Unter den Linden y sus alrededores, estando en un extremo la torre de la televisión y en el otro, la puerta de Brandemburgo. Me llamó tambien la atención lo caudaloso de los ríos que cruzan Berlín, había un tramo que incluso era de aguas bravas.
Junto a la puerta de Brandemburgo está además el memorial del holocausto, una colección impresionante de monolitos de cemento de diferentes tamaños que forman pasillos asustados y temblorososos.
Finalmente pasé junto al parlamento alemán y regresé a la estacion central de ferrocarriles.
Allí comí en un Burrikín y después recogí la mochila. Cuando subí al anden donde debía esperarme mi tren comprobé que todavía no estaba allí, y como hacía un frío tremendo, decidí bajar a un lugar más resguardado a preparar mis enseres para el viaje.
Cuando volví al andén, ya perfectamente pertrechado estaba allí el tren, pero cuando intenté subir, la revisora, una ucraniana, me dijo en perfecto ucraniano que no podía subir porque en mi billete no estaba consignado ni el vagón ni el asiento. No me lo podía creer: no me dejaban coger el tren.
Con algo más de cinco minutos para que partiera el convoy, bajé corriendo hacia la oficina de trenes alemanes a contarles lo que me sucedía. Qué curiosa es la mente humana: en esos momentos dejé atrás mi titubeante inglés y expliqué con gran precisión mi problema, a lo que la azafata de la oficina me dijo que volviera al tren y hablara con el conduktor y le pagara 20 euros para resolver el problema.
Regresé corriendo, de forma que me equivoqué de andén y tuve que volver a bajar para subir de nuevo al andén número 11.
Angustiado, me subí a la primera puerta del tren que ví abierta decidido a no bajarme de nuevo bajo ningún concepto, puesto que ya no me quedaban más que un par de minutos.

Allí estaba un revisor y un tipo vestido con un chandal, y cuándo les mostré el billete me dijeron que no podía estar allí por no tener definido el vagón y el asiento (todo esto en ucraniano). Les argumenté, en inglés, que me habían dicho que hablara con el conductor. Comentaron algo entre ellos y el revisor me señaló 5 con la mano, por lo que yo supuse que les debía pagar 5 euros. Les dije que de acuerdo, y me llevaron a un compartimento que estaba vacío. Allí cogí mi cartera y como no tenía cinco euros, le saqué 20. El tipo del chandal me señaló un billete de 50 euros y yo le dije que no, a lo que él me respondió que si no les daba los 50 euros me bajaba en ese momento del tren. No tenía opción y le di el billete con cara de perro. El tren comenzó a marchar.
En la siguiente estación de Berlín paró el tren y apareció una revisora alemana con el revisor ucraniano y me pidió el billete. Cuando se lo mostré, me dijo en alemán que dónde estaba mi vagón y mi asiento, a lo que le respondí airado que le había pagado al revisor 50 euros para poder estar allí. Hablaron entre ellos y la revisora asintió y se marchó. El revisor ucraniano me miró y me dijo muy serio que ese dinero era para solucionar el que yo pudiera viajar.
Me encerré en mi camarote bastante mosqueado pero al rato pensé que al fin y al cabo, ya estaba camino de Kiev que era lo que importaba y comencé a reir: no todo en el viaje iba ser coser y cantar (claro, que hasta el momento todo había sido picar y rezar).
Saqué mis cosas de la mochila y comencé a escribir mi diario, el paisaje alemán era de una fina belleza: bosquecillos, praderas nevadas, aerogeneradores y una luz dorada que todo lo envolvía. Seguía mi camino a pesar de los contratiempos.

3 comentarios:

  1. Ya era hora que te contaras algo, por cierto el fotomontaje que te has hecho en la Puerta de Brandemburgo está muy profesional.
    Lo de venderte un billete sin asiento es MUY TÍPICO (me pasó lo mismo en Eslovaquia)en los países del este, se piensan que no vas a querer sentarte, pero si no tienes asiento te echan. VIVA LA REPÚBLICA. Por suerte, con dinero se arreglan los malentendidos.
    Por cierto cómete una ensaladilla rusa y unos filetes rusos de mi parte.
    Un saludo

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  2. Juanito vaya viaje tan accidentado, pero todo eso son experiencias ¡¡¡
    Me alegra un monto que estes ya en Berlin.
    La ultima foto me parece maravillosa
    Un beso
    y para otra vez lleva billetitos pequeños a la vista y no los grandes jeje

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