sábado, 13 de marzo de 2010

EL TRANSSIBERIANO MOSCÚ - IRKUTSK

El Martes día 9, a las 13h35 partía el tren nº 340, transsiberiano camino de Irkutsk,  a 5.184 km y 4 días de duración del trayecto.
El encontrar la estación ya me costó lo mío porque hay varias en el mismo lugar. Enseñaba yo el billete a los que veía por allí con galones, hombreras y sombrero y estos me explicaban a dónde debía dirigirme. Obviamente no les entendía, pero siguiendo el movimiento ondulante de sus brazos señalando la dirección, finalmente pude llegar al tren y a mi compartimento. Al rato llegó un ruso que después de un tiempo de absoluto silencio pude saber que conocía algo de inglés cuando llegó una azafata y me ofreció té con limón.
Como yo no la entendí, él me lo tradujo. Resultó que esta persona trabaja y estudia en Moscú. Se dedica a la planificación de la señalización del metro y ahora volvía por unos días a su pequeña ciudad en medio de la inmensa taiga (bosque, en ruso) a 6 horas en tren desde la capital. El tipo era realmente majete y en la parada del tren de 40 minutos en su ciudad favorita, Yaroslavl en las orillas del río Volga, me ayudó a comprar una especie de burrito ruso, cerveza y patatitas para la cena. Cuando se marchó me quedé solo en el camarote y tras un rato de lectura y escritura decidí salir a ver cómo era la vida en el tren.

Me dirigí al vagón restaurante y como andaba con cara de despistado se me quedaron mirando las dos empleadas de allí. Me preguntaron que de donde era y una de ellas me obligó a sentarme y me invitó a un té con limón. Les enseñé el mapa de mi viaje, que ayuda a hacer amistades, y comentaban entre ellas. Empecé a jugar con ellas a los dados cuando por la puerta del vagón restaurante entraron dos tipos y se sentaron en una de las mesas y pidieron una botella de 1,5 litros de cerveza (en el tren hay botellas y latas de 33cl y botellas de plástico de 1,5 litros como las de la gaseosa). Las chicas del vagón les comentaron que yo tambien era viajero y empezamos a intercambiar frases. Me acerqué a su asiento y me invitaron a beber cerveza.
Bartek y Slawek son polacos y van camino de China, se conocieron en la frontera entre Polonia y Ucrania y decidieron unir sus fuerzas. Bartek después de China volverá a Europa para trabajar como barman en Suiza y Slawek quiere llegar hasta Tailandia. Son tan enrollados que en la frontera donde se conocieron hicieron buenas migas con un policía y este les invitó a su casa a celebrar el cumpleaños de su suegra.

Ellos viajaban en tercera clase porque quieren gastar lo menos posible. Por ejemplo, para ahorrar dinero en cada tren en el que viajan, paran en la población anterior a la frontera, atraviesan la frontera en autobús para después volver a coger un tren y continuar viaje. De esta forma se ahorran el sobreprecio que tienen los trenes internacionales. Pero claro, viajar en un tren con vagón compartido es mucho más duro, el calor es terrible y siempre hay ruido. Para ellos, el viaje en el transsiberiano se les hacía duro y largo, y para mí que viaja en un compartimento para mí, era de lo más agradable y el tiempo se me pasaba volando. Ellos pasaban parte del tiempo al final de cada vagón o en el vagón restaurante tomando té o cerveza, y comiendo los grasientos bollos de carne rusos. Por supuesto, también pasamos bastante tiempo juntos en mi compartimento.
En el transsiberiano el paisaje tiende a la monotonía. En esta época del año se pueden ver bosques nevados, praderas cubiertas por la nieve, grandes ríos congelados, pueblecitos bajo la nieve y ciudades heladas y nevadas.
El tiempo transcurre plácidamente. Yo lo dedicaba a leer, a escribir en el diario, a escuchar música y a compartir mi tiempo con los otros viajeros.
Al cruzar los montes Urales se me acercó otro viajero que andaba siempre con su cámara en mano y resultó ser Rodrigo, otro madrileño que sin trabajo, decidió viajar durante ocho meses. Su idea es llegar hasta Japón, después a Shanghai, ir a Vietnam y bajar hasta Australia para después ir a Argentina o Chile, y si le queda dinero y tiempo, hasta Brasil.
Entre los cuatro lo pasamos la mar de bien. Charlábamos, bebíamos cerveza y en las paradas largas del tren salíamos a las estaciones a hacer fotos, respirar aire gélido y comprar algo de comer y de beber en el tren. Hay paradas largas, de entre 20 y 40 minutos, cada cinco o seis horas, y el resto son de unos dos minutos y no está permitido bajarse (o más bien, no es aconsejable).

El transsiberiano tiene una particularidad horaria. Para evitar errores, tanto el tren como las estaciones se rigen por la hora de Moscú, pero entre Moscú e Irkutsk hay cinco husos horarios de diferencia. Esto hace que siguiendo el horario del tren se vaya acumulando una diferencia entre el tiempo real y el interior que a la postre te lleva a no saber si desayunas, si almuerzas o cenas. Al final del viaje, si te acuestas más tarde de lo debido, más que nada porque estás celebrando el final del trayecto, apenas te has acostado ya está amaneciendo en el exterior.

En la penúltima noche del trayecto estuvimos largo rato bebiendo cerveza, charlando y riendo en mi compartimento. La revisora del tren nos llamó la atención en varias ocasiones, y sin embargo, no le decía nada al viajero del compartimento vecino que roncaba como el demonio y nos molestaba en nuestra reunión. Al finalizar la velada les conminé a venir al día siguiente para despedirnos como correspondía a tan único  y especial viaje.
Sin embargo, el último día de trayecto la cosa cambió, el vagón de segunda que hasta entonces había estado medio vacío, se llenó por completo. En mi compartimento ya estábamos alojados las cuatro personas que caben. Se instaló un chico azerbayano, una señora mayor rusa ultra simpática, Margot, médico jubilada, y otra mujer también de gran simpatía. Margot no paraba de hablarme; todo el rato me decía cosas. Yo le insistía que no la entendía en absoluto, pero ella hablaba y hablaba. De vez en cuando, cogía mi libro de conversación español-ruso, pero normalmente lo que me quería decir no estaba contemplado en tan escaso volumen.
Como resultó que Slawek hablaba algo de ruso por sus estudios de joven en la Polonia soviética, al final nos juntamos todos en el camarote a beber cerveza comprada en el vagón restaurante, Margot también bebió lo suyo. Todos reíamos y hablábamos sin entendernos. La fiesta terminó en la cola del vagón fotografiándonos, riéndonos y besánonos con las trabajadoras del restaurantes para celebrar como se debía la despedida del viaje transsiberiano hasta Irkutsk.

El tren llegó a Irkutsk a las 4h35 hora de Moscú, las 9h35 hora en la ciudad siberiana. Rodrigo, que no tenía reservado ningún lugar donde alojarse aceptó mi invitación de venirse conmigo al Downtown Hostel donde tenía plaza.

6 comentarios:

  1. Joderrrrrr !!!! No paras de darte fiestones, cuidate o en china te vas a tener que hacer un transplante de higado.
    Nos alegramos mucho de que estes teniendo tantas buenas experiencias.....Seguiremos leyendote.
    Mucho animo y suerte para todo lo que te queda.

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  2. Vaya fistorrios, eso en vez del transiberiano parece las fiestas de mi pueblo, cuidadín que la mujer de la camiseta de Hugo Boss, con casi 100 años, se tomaba muchas confianzas,...
    La vida en ese tren debe ser muy ajetreada en 4000 km dá tiempo para todo.
    Saludos Donbenitenses

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  3. Alucinante!!!, como te está saliendo el viaje, tengo los piños rayando el suelo....Por aquí seguimos tus andanzas con mucho interés...Sigue asi majete.
    Un abrazo muy grande.
    Besos

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  4. juanito nunca pensé que en los trenes hubiera tanta marcha ¡¡¡¡¡¡
    Un besote.
    Tengo aqui a Manolo te manda un abrazo muy fuerte y se alegra de que te lo estes pasando tan bien ¡¡¡

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  5. HOLA AMANDITA. UN SALUDO PARA MANOLO DESDE MONGOLIA, DONDE ACABO DE LLEGAR.

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