lunes, 1 de marzo de 2010

BERLÍN - KIEV: EL TREN ERA UNA FIESTA

Mientras yo escribía en el diario y estudiaba el alfabeto cirílico, en el compartimento de al lado se escuchaban risas y sonido de botellas. Cuando salí al pasillo para observar, ya más tranquilo, cómo era la vida en el tren, pude ver quienes estaban allí: un tipo alto y una chica alta y delgaducha, junto con el revisor y el del chandal.
Después me puse a cenar y comprobé que no había pensado en comprar agua, ya que llevaba una pequeña botella y todo lo que tenía para comer era bastante salado. Horror, iba a pasar bastante sed. Paseé por los vagones en busca de un vagón restaurante pero no lo había. Probé el agua de los servicios, supuestamente no potable, y vi que no tenía mal sabor: por lo menos no tenía hidrocarburos o venenos perceptibles.

Cené y casi me terminé el agua que llevaba. En el camarote de al lado seguían de fiesta.
Pensé que en esa fiesta faltaba yo, por lo que planeé cómo introducirme en ella. Para esos casos, el fumar en pipa es un buen recurso. Dado que había visto que la gente del camarote vecino entraba y salía para fumar, salí yo también con mi pipa.
Al rato aparecieron mis vecinos para fumarse sus Luckys y me preguntaron por el tabaco que fumaba. El más alto parecía que hablaba como unas tres palabras de inglés y me preguntó de dónde era. Enseguida comenzó a hablar de futbol: Real Madrid, FC Barcelona, Dinamo de Kiev. Yo les conté sobre mi viaje y les mostré el mapa a color y el tipo alto se quedó tan alucinado que chocó conmigo las manos y me llamó Hero.
Al rato de haber regresado a mi compartimento apareció la chica y se puso a hablar conmigo. Claro, que ella sólo hablaba ucraniano/ruso. Le mostré el libro de conversación de ruso que llevo y le pareció muy divertido. Finalmente me cogió de la mano y me llevó al camarote de al lado, donde había restos de arenques en una bandeja, una botella de Ballantines y dos de cocacola vacías en el suelo. También estaba agotada practicamente una botella de un licor griego llamado Metaxa.
Al momento apareció en el camarote el tipo alto que chapurreaba inglés y el revisor, ya visiblemente afectado por el alcohol. Me recibieron con los brazos abiertos y el revisor se marchó para traer al instante otra botella de Metaxa, una bandeja de salchichas y otra de queso. Comenzamos a beber. Además, a cada trago de Metaxa, debidamente brindado, había que beber una infusión natural de moras y comer salchichas o queso. El tiempo pasó entre brindis, abrazos y conversaciones en las que yo no me enteraba de lo que me decían y ellos tampoco de lo que yo les contaba, pero más o menos hablábamos sobre mi viaje y sobre sus aficiones a los deportes. Además, a cada rato salíamos a fumar cigarrillos al extremo del vagón.
La fiesta acabó sobre las cuatro y pico de la mañana. Finalmente terminé bebiendome una cerveza, no tenía agua, y tuve que ir a vomitar al baño del vagón porque realmente tenía una cogorza importante.
Caí rendido en el asiento del compartimento y me quedé dormido. Al rato apareció la policia fronteraiza y me pidieron el pasaporte. Además tuve que rellenar un mínimo cuestionario que afortunadamente era muy sencillo, ya que en otro caso hubiera sido imposible que consiguiera completarlo.
Dormí tirado en el asiento hasta las 11 de la mañana, y al despertarme pedí agua y me dieron limonada. Me tomé un ibuprofeno.
Andaba por allí también la chica, Angela, y le ofrecí un ibuprofeno y la limonada, y lo aceptó. Parecía que hacíamos buenas migas y de hecho me dijo que me fuera con ella a su ciudad, Odessa. Claro, yo le dije que era un poco pronto en mi viaje para abandonar mi plan. Bueno esto es lo que yo entendí, porque igual me estaba diciendo que tenía ganas de llegar a su ciudad para perderme de vista. Pero no creo porque al rato apareció de nuevo y me regaló una pulsera de plata.
No sé si mis 50 euros sirvieron para sufragar la fiesta o para qué, pero resulta curioso que lo que en un primer momento es negativo luego puede tornarse positivo. Al llegar a la estación de Kiev me despedí efusivamente del revisor, de su colega el alto, de otro revisor y de Ángela.
En la estación estaba esperándome Alexander, el amigo de Christian en Kiev.

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